Elogio de un entrenador
«Míster, ¿do you habla inglés?»
Nombre: Abelardo Fernández Antuña, “Pitu”
Lugar de nacimiento: Gijón, 1970 Profesión: Entrenador de fútbol
Murió Herrerín, un siete en la camiseta del Sporting. A un fubolista que sentó jurisprudencia, en nombre de la afición, una línea de silencio:
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Antes de entrar, pregunto a la gente sobre el entrenador:
«Superior. Lo que está haciendo con estos neños, superior» (Tina Iglesias, socia número 3.720).
«Yo vi una pancarta que me mandó mi sobrina Laya por guasap: ‘Pasaste de Pitu a gallu’» (Covadonga Junquera).
Llueve. El Molinón es más Molinón cuando llueve.
Abelardo se moja; dice lo que piensa. Por ejemplo, dice que los que vengan deben saber qué es el Sporting (¿lo saben los que marchan?); que algún día perderemos; que los jugadores son jóvenes e inexpertos, pero que sienten los colores y ‘entrenan a cañón’; que deben cobrar; que le gustaría estar diez años más en el Sporting; que…
A mí también. A mí también me gustaría estar diez años más en el Sporting, o sea, en la vida y con esta ilusión. Si el equipo fuese una sociedad democrática, es decir, si fuese (¡ay!) de los socios, en el mercado de invierno ficharía a Abelardo indefinidamente. De los valores que, según el himno, salieron de la cantera, el que más vale es Abelardo, no calles: hables por nosotros.
Mercado de invierno…
No sé ustedes, pero yo, en el mercado de invierno, tal y como están les coses, como mucho compraré una figurina pal nacimiento, una postal, si acaso, unos calcetos…
No sé ustedes, pero yo leo eso de ‘máximo accionista’, ‘fondo de inversión’, ‘intermediario’, y me pregunto si todes eses palabres tan oscures no serán, no son también violencia.
Tengo un amigu (salud, amigu) que diz que soy uningenuo. El campo ya casi no grita ‘¡Di-rec-tiva, dimi-sión!’; ya no hace falta. ¿El campo es un ingenuo? Salud, campo.
Abelardo, de pie, dirige bajo la lluvia. Sobre la marcha, como cuando jugaba, corrige los errores, mantiene el orden, levanta la cabeza.
A los doce minutos, una jugada muy guapa del Lugo acaba en gol. El Molinón levanta al equipo: ¡Sporting, Sporting! Pero el equipo no crea.
–Hoy está saliendo todo mal –oigo por atrás.
Sigue lloviendo. Abelardo sigue mojándose. A las cinco y media, falta:
–Esa era buena pa Muñiz.
–¡Bien sacao! Gol, ¡Gool! ¡Gol de Yoni!
–¡Venga, guajes!
Oscurez. Una banda de estorninos pasa hacia el parque.
–Echo de menos a Cases –diz el de atrás.
Descanso.
El segundo tiempo empieza sin cambios, pero, si pienso yo, Abelardo pensará mejor:
–¿No te lo dije? Ahí lo tienes: Cases por Rachid, Pablo Pérez por Castro.
Los cambios cambian el partido. El Sporting toma el centro y entra por las bandas. Vuelve a llover. Abelardo, mojándose, sigue pensando: quita a Carmona por Muñiz, que, en el 33, saca un córner a la cabeza de Pablo Pérez: ¡gol y al montonín!… Abelardo se abraza con los suyos.
Casi al final, entrada peligrosísima de Álex Menéndez: amarilla, roja. El jugador se retira, la gente aplaude; yo no: no se puede entrar así. Además, perjudica al equipo, que sufrimos hasta el fin con un gol anulado al Lugo.
En la vida hacen falta las ilusiones.
Gracias, Abelardo.