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Miguel Mingotes

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Al campo con: Gonzalo Gil Madrera

Biólogo, dibujante y naturalista, viene Gonzalo Gil de Villaviciosa por la autovía y, al llegar, dice dos cosas. La primera, que nunca fue al fútbol (como Darwin). La segunda, que trae unos prismáticos por si hubiese pájaros.

Entramos a la vez que Enzo Ferrero. No puedo perder esta ocasión. Me presento, le doy la mano, me la devuelve. Lástima que el tiempo pase.

Al asomar al campo, Gonzalo se sobrecoge.

-Es impresionante -dice-.

-Vaya práu, ¿eh?

-Guapísimu.

-Oye, ¿cuál ye el nombre científicu de la hierba?

-La hierba de los campos de fútbol es un césped natural que viene en tepes, rollos de 25 metros, formados por tres especies de gramíneas. Suelen tener una composición de un 40% de ‘Lolium perennis’, aquí llamada ‘ballicu’, que se plantó mucho en los años setenta para dar de comer a las vacas lecheras; un 35 de ‘Festuca rubra’, y un 25 de ‘Poa pratensis’. Las tres muy conocidas. Se emplean estas porque enraízan en pocos días y soportan muy bien el pisoteo.

Biológicamente, un campo de fútbol es más pobre que un práu común y corriente, donde hay más vida, más hierbas, flores, insectos…

Salen los jugadores. La afición, dividida.

-¿Y qué animales puede haber?

-Seguro que hay lavanderas, que son amantes de los prados abiertos y zonas húmedas.

‘Triunfador por los campos de España.’

-.Y murciélagos al oscurecer, más por semana que en los partidos, ya que son muy sensibles a los ruidos.

-A mí también me afecten mucho (los ruidos, no los murciélagos.)

-Un amigo me dijo que cuando paseaba el perro por El Molinón veía una comadreja que se ‘colaba’.

-Será socia…

-Bueno, es fácil que haya ratones que se alimenten de los restos de comida de los días de partido y que sea eso lo que la atraiga.

-¿Habrá golondrines?

-No creo. Es una especie más bien rural.

Volverán las oscuras golondrinas, de El Molinón sus nidos a colgar.

Pita el árbitro.

-Ellos están más morenos.

-Claro, el sol.

Salimos fuerte, dominamos. ¡Uyy! Al poco, gol de Las Palmas.

Seguimos dominando. A las cinco y veinte, otra vez gol de Las Palmas.

-Vale más que dejemos de dominar.

Poco después saca una falta Cases -¡qué bien!- y marca Mandi, canario, del Sporting. ¡Gol!

Intensidad. Como diría Baroja, los acontecimientos se suceden al galope. A las seis menos veinticinco empata el Sporting. Preciosu gol de Scepovic (de Candás).

Llegamos al descanso. Gonzalo me pregunta por unos guajes que jueguen al balón:

-Son recogepelotas.

Va oscureciendo. A las seis y diez ve unas lavanderas que van hacia los dormideros. Las reconoce por el vuelo. Doce minutos después, desempata Las Palmas y vemos un cuervo.

-En tiempos de César, sería un mal augurio. Oye, ¿hay fútbol en la Villa?

-¡Síí! El Lealtad…

-El Lealtad, ye verdá. Recuerdo el Café Colón con fotos de futbolistas y esa ‘L’ tan guapa en la camiseta.

Oscurece del todo. El ‘referee’ señala los vestuarios. La gente silba.

Al salir, nos despedimos con un abrazo.

-¡Cómo me prestó venir!

-Me alegro mucho.

Son las siete, una menos en Canarias.

 

Por Miguel Mingotes

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