Hoy sería el cumpleaños de Jovellanos; mañana, el santu: Baltasar Melchor Gaspar María. En su época, la gente que venía de oriente entraba en Gijón por la playa, por donde ahora, once de la mañana, entren los Reyes Magos: «Ya vienen los Reyes / por los arenales.».
Cuando yo era pequeñu, los Reyes veníen en dromedario, pero los Reyes pueden hacer lo que quieran (aquí valme más callar), y hoy vienen en helicóptero.
Enrique (Quique) viene de Londres. Lleva allí un año y dos meses trabajando en un bar, dice que de ‘bartender’, o sea, de barman. Enrique estudiaba periodismo. Tal vez vuelva a estudiar, pero no habla de futuro. Trabaja, sobrevive, aprende inglés. Vive en Tottenham, trabaja en Oxford Circus y juega de mediocentro (midfielder towards) en el Old Edmontonians, lejos de la Premier, lejos de casa.
-Migue, murió Eusebio.
-¿Quién, el del Benfica?
-Sí, el de Portugal.
-¡Qué pena!
Entramos. Sol. Enrique canta el himno. No canta bien, pero da igual, ¿por qué no va a cantar? Tampoco camina como Gary Cooper, y qué, ¿va quedase en casa? Cantamos: «De tu cantera salieron valores».
-Migue, en Londres, el Sporting pon a Gijón en el mapa.
-Pues mañana pones tú a Londres en EL COMERCIO.
Empieza el partido. Saca el Zaragoza, sin Nieves, sin Violeta… A los dos minutos, marca. Empezamos bien. A las 12.05, el árbitro empieza a hacer méritos: amarilla injusta. Bronca.
-¡Qué afán de protagonismo! -dice Enrique-. Aquí la gente anima mucho. En Mallorca -él estudió en Mallorca- no apoyen nada, los jugadores ye como si jugasen solos. Oye, Migue, yo grito.
-Bueno, bueno.
Uno del Zaragoza se tira:
-¡Piscinero, cara dura! En Inglaterra no se tiren, alguna estrellita de la Premier. Está mal visto.
Lleva la pelota el Sporting, pero la pierde: «Hay que soltar la pelota. Son muy pocos (Cristiano, Messi.) los que saben llevala. ¡Uy! Qué bueno el Scepovic, qué clase, qué sangre fría.»
Grita Enrique al referee. Gritando él, casi me apetez gritar a mí: «¡Eh!». Una parte de la afición se expresa cantando: «¡Ni puta idea, ni puta idea. Ni puta ideea, ni puta idea!».
Enrique conoce a los jugadores de jugar a la consola.
A las doce treinta y cuatro, gol de Cases. Apuntando lo de la consola, no lu vi.
-No se puede estar en todo.
Descanso. Empieza el segundo tiempo. Sol.
-¿Hay sol en Londres?
-En Londres, no. Un día., pero muy raro.
-Antes, los porteros poníen visera.
-Deberíen.
A la una y cinco marca el Sporting, pero poco después nos echan a uno, quedamos con diez y empata el Zaragoza.
-A veces se juega mejor con diez que con once -dice.
Puede, pero otra expulsión nos deja con nueve:
-¿Y con nueve?
-Humm.
Falten doce minutos. Ocho. ¡Penalti y expulsión! ¡Quedamos con ocho!
-A que lu para.
-Yo creo que sí.
¡Parolu! Ruido ensordecedor. ¡No oigo! Enrique dice que lo paró el estadio.
Cinco, cuatro, tres. ¡Expulsa al entrenador!
-Enrique, no aguantamos.
-Sí, ya verás.
Faltando uno y medio, con ocho, sin coach, nos meten el dostrés. Jueguen con doce.
Se acabó.
Enrique resume: el árbitro, mal, pero el partido lu pierde el Sporting; no te pueden expulsar.
-Es como en la vida. -concluyo, metafísicu-.
-También te expulsen, ¿eh?