José Antonio González Corrales (Mases, Cabranes, 1929)
Escritor, editor, colaborador de El Comercio
UN NOVELISTA
(‘Ladrón de algo’, ‘El día siguiente’, ‘Los padrenuestros y el fusil’, ‘La invasión’, ‘La quimera’, ‘El palenque’…)
Domingo, 3
DÍA DE LA MADRE
En bici por el Muro, pienso en mi madre: “Un besu, Fina, star en el cielo”.
-Mases, ¿tú pienses en tu madre?
-Claro. Hace ya treintainueve años que me dejó…
-¿Y en tu abuela María?
-Ajá, sí, un recuerdo muy entrañable, algo borroso porque murió siendo yo un chavalín. Y está también mi hermana Margarita… Fueron las tres como mis tres madres…
-La mía compraba los fascículos de la Enciclopedia Asturiana, que yo leía con interés, como leí luego ‘Gijón y los gijoneses’, ‘El bable: estructura e historia’, ‘Asturias y la mar’… Mases, todo eso fue cosa tuya…
-Sí, son todos hijos míos; algunos, hijastros.
Entramos. El Molinón sale en la Enciclopedia Asturiana:
-Mases, ¿qué te parez?
-Grandioso. ¡Qué barbaridad! El espectáculo en sí es interesantísimo. ¿Qué tiene el fútbol que engancha? El espectáculo está aquí, no está sobre la hierba…
Mases estuvo en Cuba cuando Fidel:
-Ví la entrada de los revolucionarios en La Habana desde la terraza de mi casa del Malecón, esquina Blanco, junto al Hotel Deauville, un garito… Vi cómo tiraban por las ventanas las máquinas tragaperras, recuerdo los tanques, la alegría de la gente, el ruido… Fue una apoteosis.
-¿Hubo una ilusión y, luego, una desilusión?
-Sí, claro. Yo era abiertamente castrista, creía en el humanismo que predicaba Fidel, hasta que vi que aquello era una patraña, una mentira…
-Conociste a Hemingwa…
-Sí. Le hice una entrevista para El Comercio…
-Tenía muchos gatos…
-Sí. Un tipo peculiar. Escribía de pie.
Mases tuvo un gatu que se llamaba Platón:
-¿Écheslu de menos, eh?
-Mucho. Mucho, mucho. Lo tengo en la pantalla del ordenador, en el móvil… Me quería, me entendía, hablaba con la mirada… En fin…
-En mi casa hay uno…
El Sporting ataca.
-Hay mucho de azar en esto, ¿eh, Miguel?
-Sí, sí hay. ¡¡Eh!! ¡¡Penalti!! ¡¡Penalti!! –El árbitro pita penalti:
-¡¡Gool!! ¡¡Gool!! -La gente grita gol. Mases esboza una sonrisa:
-Esto me gusta –dice-; la bestia que tenemos dentro.
-Oye, como espectáculo, tal vez el fútbol no se pueda comparar con la entrada de Castro en La Habana…
-… Aquello es irrepetible, imborrable. ¡Otro espectáculo sería verlo salir!…
-Mases, ¿volveríes?
-¿Adónde?
-A Cuba.
[Mases tarda un poco en contestar]
-Me gustaría, pero sé que es imposible. Vuelvo con el pensamiento, estoy allí a todas horas… Cuba está en mí.
En el segundo tiempo sale Carlos Castro, y hablamos de Rosalía; Mases recita: “Cando van, van como rosas; / cando vén, vén como negros”. “Me gusta –dice-. No lo recuerdo bien; es sobre los emigrantes”.
El partido se acaba: “¡Píí!”.
Al salir, estrecho la mano que estrechó la de Hemingway –el que tuvo, retuvo-, y pienso en los gatos de don Ernest, en el de Mases y en el míu:
-Mases, miau.
-Miau.