Samuel Daly Durán (Dublín, 2001). Estudiante
Óscar Daly Durán (Gijón, 2003). Estudiante
BROTHERS
El otru día en el Molinón, María Jesús Hevia (hija de Ramón Hevia Suárez, jugador del Sporting en los años veinte) me enseñó una poesía que le escribió su nieta Candela (9 añinos): ‘Eres tan dulce como los frixuelos que haces’.
La abuela de Samuel, Óscar y Alexander, y de Marta y Pelayo, la abuela Marta, también es muy dulce: haz unes galletes…
-Riques, ¿eh?
-Sí –dirá luego Óscar.
Junto a la puerta de Prensa, Samuel y Óscar me reciben con una sonrisa; bueno, con dos, tres con la de Serena, su madre:
-¡Hola, Miguel!
-¡Hola!
En la puerta, como siempre, Marcos y José Antonio Carnicero (Sporting, da gusto con ellos), quien cree que ganaremos.
Samuel, Óscar y Alexander son hijos de Adrian (Edrian), americano e irlandés, y de Serena, de quien Samuel dice que es “la mejor madre del mundo”. Samuel (Sam para su familia, Samu para los compas del Piles) estudia sexto de primaria, y le gusta el baile (el funky) y estar con los suyos. Asomando al campo, le pregunto:
-Sam, ¿te presta? –“Está impresionado”, me dice Serena, que le pasa un brazo por el hombro.
-Mucho.
Por su parte, Óscar también estudia sexto de primaria, y le gusta el fútbol:
-¿Juegues en algún equipo?
-Sí, en el Lealtad de Villaviciosa.
-Una camiseta muy chula, negra con una L blanca…
-Sí, yo también tengo esa.
-¿De qué juegues?
-De defensa central.
-Tu padre es del Mánchester y del Sporting, ¿tú también?
-Sí.
-Bueno, y del Lealtad, ¿no?
-Sí, ahora sí.
-Sam es del Madrid –dice Serena.
-¿Y del Sporting?
-Sí, y del Sporting –añade él.
Empieza el partido. Sol, ruido. Hacemos una porra: Serena, 2-1; Samuel, 3-0; Óscar (que sabe mucho de fútbol), 3-1; yo, 1-0.
A los once minutos, gol del Rácing; Samuel pone el pulgar hacia abajo.
A los dieciséis empata Guerrero; gritamos, aplaudimos, agitamos les bufandes, nos felicitamos con los de alante y con los de atrás, ¡Sporting, Sporting!
Poco después, Óscar aplaude una jugada; Samuel, también. Luego bosteza:
-Sam, ¿te aburres?
-No.
A los veinte minutos, Edrian manda un beso desde Irlanda que llega en el momento: ¡Muá! En la época de Jovellanos igual tardaba dos meses (si llegaba).
En el descanso se van a por perritos.
-Óscar, ¿es bonito Old Trafford?
-Sí, es muy grande. Lo llaman ‘el teatro de los sueños’; siempre está lleno. El día que cumplí siete años fuimos y ganó el Mánchester 7-1…
¡Gol! ¡¡Gool!! Otra vez a saltar, gritar, dar la mano a todo el mundo…, es como si el gol dijese: ‘Daos fraternalmente la paz’. ¡Toma paz! Miro el reloj: las siete y veinte. A y veinticuatro, gol otra vez: 3-1. Óscar dice que ya no da tiempo a perder. Óscar sabe de fútbol; a lo último gana la porra gracies a cuatro parades de Cúellar. El Molinón grita ¡Pichu, Pichu!…
Contentos porque ganamos y por estar juntos, vamos saliendo. Samuel se preocupa porque la gente tira las cosas al suelo. El lunes es su cumpleaños: felicidades, tigre.
Afuera, nos despedimos; ellos, con su madre, “la mejor del mundo”.