Según los datos estadísticos que se manejan, parece que un tercio de los divorcios se producen tras el verano. Nosotras, tomando como base nuestra personal experiencia profesional, añadiríamos que también hay un aumento en las consultas jurídicas relacionadas con las rupturas de pareja tras las vacaciones de Navidad, aunque estos últimos datos no resulten tan llamativos plasmados en una estadística realizada tomando como base todo el territorio nacional.
Si el verano o las navidades son épocas del año que inicialmente invitan al descanso, a la relajación, a volver a tomar más contacto con las personas que tenemos más cerca, ¿por qué entonces son momentos en los que se ponen de manifiesto más fracasos matrimoniales? Las explicaciones que se han dado son muchas. Algunas de ellas, totalmente objetivas como, por ejemplo, que agosto es el mes de las denominadas “vacaciones judiciales” y, por tanto, en septiembre se acumulan las demandas que no se pudieron presentar el mes anterior. Sin embargo, ésta no es, obviamente, la única razón.
En una sociedad en la que lo más habitual es que ambos cónyuges trabajen fuera de casa, con una rutina y unos horarios muy marcados y con poco tiempo para dedicar a los hijos y para dedicarse mutuamente, las vacaciones implican disponer de un periodo en el que aumentan considerablemente los momentos para compartir y convivir más estrechamente. Para muchas parejas esto implica estrechar lazos y mejorar aspectos de la relación que se encontraban deteriorados. En una palabra, se reencuentran. Pero, en otros muchos casos, descubren que, al estar juntos, han perdido todo aquello que les unía y que ya no pueden recuperar. Las brechas que se fueron abriendo a lo largo del año se muestran imposibles de cerrar en vacaciones.
En Navidad, además, se suma otro factor de muy difícil solución en ocasiones: las relaciones familiares. Las cenas, las comidas, los compromisos con una y otra familia, en definitiva, son el detonante de desencuentros que finalizan en divorcios.
A todos estos datos, este año hay que sumar uno más que parece que, sin embargo, está consiguiendo que disminuya el número de divorcios: la crisis. Si mantener una casa resulta difícil hoy en día, dar el paso de divorciarse supone dividir entre dos los ingresos y multiplicar por dos las necesidades de vivienda, razón por la que parece que muchas parejas se lo piensan dos veces antes de dar el paso de la ruptura.
En cualquier caso, si ésta llega, no hay un consejo estrella que ofrecer porque cada relación de pareja es un mundo en sí misma pero sirva éste como aproximación: lo esencial es la comunicación. Pensamos que es un elemento imprescindible para utilizar en todo momento: en la vida diaria de pareja, para solucionar una crisis temporal o para afrontar un divorcio en el que tantas cosas y tan importantes hay que decidir. Sentarse y hablar aunque sólo sea para decidir divorciarse de manera amistosa o para buscar ayuda en un tercero que pueda encontrar soluciones al problema o puntos de encuentro para un divorcio, es fundamental. Sobre todo si hay hijos.
¿Tú qué opinas?