Ya estamos acostumbradas a escuchar con estos u otros calificativos que el sistema judicial es injusto, que las leyes son inaceptables y que los abogados somos poco menos que unos ladrones.
Cada cual cuenta las cosas según las siente, las vive o las entiende. Lo que sucede, es que muchas veces no se conoce la realidad y esto dificulta, cuando menos, la objetividad.
Los jueces han de aplicar las leyes y han de hacerlo tomando en consideración los hechos y los fundamentos de derecho que las partes les presentan y han de cumplir la ley aunque la solución no sea del todo “justa” según la particular idea de la justicia que tenga cada cual. La cosa se complica porque ciertamente los hechos no son siempre claros ni fáciles de demostrar. Las leyes tampoco son del todo “justas”, sino que responden a la necesidad de resolver los problemas que se van planteando en la sociedad y como mucho consiguen ir tapando agujeros, pero nunca alcanzan a prever todos los matices que se van a dar en la vida real. Por todo ello se puede decir que el sistema judicial no es ni mucho menos perfecto y que las leyes tienen lagunas. Y esto en el mejor de los casos y sin tomar en cuenta otros problemas añadidos como la falta de personal o de medios, los retrasos en los procedimientos, los errores judiciales, etcétera.
Los abogados en este sistema somos, por explicarlo con un símil, jugadores que han de conocer sus cartas y las reglas del juego e intentar hacer la mejor jugada posible, tomando en consideración el sistema que tenemos, las normas con las que contamos y los hechos que se presentan en cada caso. Ese es nuestro trabajo y no robar al cliente ni empujarle al vacío animándole con falsas promesas, a pesar de la mala fama que muchas veces parece perseguirnos. Los principios y la ética profesional son el cable a tierra de esta profesión y afortunadamente nos consta que hay muchos compañeros que las respetan.
A pesar de lo que pueda parecer ni es un trabajo fácil, ni siempre está bien pagado, ni siquiera puede decirse hoy día que esté socialmente bien considerado. Sin embargo, de nosotros depende que el cliente entienda la situación por la que atraviesa, comprenda sus expectativas reales y tenga suficiente información para tomar la decisión correcta en cada caso. Es importante que alguien haga esa labor, pero no puede esperarse del abogado que solucione todos los problemas del sistema cuando no es más que un pequeño engranaje.