Cuando cualquiera de nosotros pasa por delante de una tienda de animales y ve en las distintas jaulas a cachorros de diversas razas o a pequeños gatitos jugando entre ellos o durmiendo plácidamente, a todos, en algún momento, nos ha apetecido llevarnos uno a casa o bien ofrecérselo como regalo a un familiar, a un amigo… especialmente si son niños. Y es que un animal doméstico puede ser un buen regalo de Navidad o de Reyes. Pero no debemos engañarnos, un animal conlleva muchas obligaciones, algunos gastos y cierta dedicación que se va a prolongar durante unos cuantos años.
La decisión de regalar un animal debe suponer un ejercicio de responsabilidad, se deben considerar numerosos aspectos y se debe tomar en consideración no tan solo el instante fugaz de entusiasmo cuando se descubre el cachorro o el gatito sino toda la vida del animal y la capacidad de cuidado de su futuro dueño. Las razones son obvias. El adorable cachorro y el gatito inevitablemente crecen, pueden traer los inconvenientes propios de su especie o raza, precisan de un espacio dentro de la casa y requieren que se les atienda regularmente todos los días de toda su vida. Y todas esas obligaciones comienzan desde que el animal entra en casa: precisará comida, agua, que se le lleve al veterinario para desparasitar y vacunar, que se le identifique mediante microchip (en Asturias es obligatorio tanto para perros como para gatos), que se le cense en el Ayuntamiento respectivo, que se le saque a pasear, que se le eduque adecuadamente, etcétera. Y, por supuesto, que no se le maltrate ni abandone, hechos que pueden constituir actuaciones castigadas por nuestro Código Penal sin olvidar que tenemos una ley asturiana de protección de animales domésticos que sanciona con multas de cantidades bastante elevadas cualquier incumplimiento de este conjunto de deberes del que hablamos.
Por todo eso, insistimos, regalar un animal supone un ejercicio de responsabilidad muy alto. Pero si finalmente se adopta esta decisión también es conveniente, además de visitar las tiendas, contemplar la posibilidad de adoptar alguno de aquellos que no han tenido tanta suerte y han sido abandonados. De esta manera, le damos una nueva oportunidad a ese animal y dejamos un sitio libre que puede ocupar otro de los muchos que se abandonan.