Aunque afortunadamente no es una de las consultas mas habituales, lo cierto es que de vez en cuando la pregunta se repite: ¿Y ahora qué? Esta pregunta la formula un hombre o una mujer que había decidido casarse, que tenía una fecha fijada para ello y que habiendo encargado ya numerosas cuestiones relativas a la celebración (ropa, restaurante, fotógrafo, invitaciones, etcétera) se encuentra con que la otra parte se echa atrás, la mayor parte de las veces cuando no falta mucho para el día señalado. También sucede en ocasiones que quien formula la pregunta es quién se ve obligado a romper el compromiso, ya sea al descubrir algún secreto inconfesable y siempre desagradable de su pareja, ya sea porque le surgen dudas y decide no dar un paso tan importante sin estar totalmente seguro.
La respuesta siempre es la misma: no se puede obligar a nadie a casarse y da igual si ya tenemos fecha, traje, restaurante e incluso viaje. Si uno no quiere, definitivamente no habrá boda. Ahora bien, tema distinto es qué sucede con los gastos que ya se han generado, pues lo mas probable es que se hayan adelantado cantidades en concepto de señal o arras o incluso que se hayan comprado y pagado por completo algunas cosas.
Para dar una respuesta es importante tomar en cuenta quien tomó la decisión de no celebrar la boda y si lo hizo o no por algún motivo de peso suficiente. Solamente aquella persona que rompa su compromiso sin causa justificada deberá resarcir a la otra parte de los gastos hechos y de las obligaciones contraídas.
Aclarada la cuestión de quien tendrá que asumir los gastos, surge un problema práctico: demostrar lo que se pagó y quién lo pagó para poder reclamarlo. Como no siempre puede uno fiarse de la buena fe en este tipo de cuestiones, es un buen consejo conservar las facturas o los justificantes de señales entregadas a cuenta, haciendo constar en ellas el nombre de quien las haya abonado. De esta forma será un poco mas fácil, si cabe, aclarar al menos el tema económico.