Los problemas económicos son malos compañeros del amor, pero resulta que un divorcio, no nos engañemos, implica algunos gastos extraordinarios y, sobre todo, una reestructuración familiar compleja a corto y medio plazo que suele tener consecuencias sobre la capacidad adquisitiva y la calidad de vida de quienes se separan. Pongamos un ejemplo. Una familia que dispone de una vivienda en propiedad, con su correspondiente hipoteca y en la que perciben ingresos los dos miembros de la familia, se encontrará con que, al divorciarse y dejar de convivir, serán necesarios dos domicilios. Añadamos entonces un alquiler o una nueva hipoteca y los consiguientes gastos de luz, comunidad, etcétera. Encontraremos que muchos gastos se duplican. No así los ingresos que, además, se verán mermados para el que resulte obligado al pago de una pensión alimenticia para sus hijos. El panorama no es sencillo ni siquiera en tiempos de bonanza. Cuando alguno de los miembros de la pareja ve peligrar su empleo no se ve con ánimo ni medios de enfrentar una nueva etapa de su vida. La consecuencia es evidente, se pospone el tema de la ruptura para tiempos más estables y se aguanta como se puede. Sin embargo, al mismo tiempo, la convivencia se complica pues, donde ya era difícil, poco ayudan las dificultades económicas y la sensación de estar atado a una situación en contra de lo deseado.
La parte positiva para las parejas que atraviesan esta situación es que quizás algunas de ellas puedan aprovechar estos meses de reflexión que se han dado para encontrar una forma de salir adelante y reencontrar en su pareja aquello que creyeron perdido. Y es que algunos divorcios, que no todos, son fruto de una decisión tomada en un momento de crisis personal en el que prima lo pasional sobre lo racional. Son estas parejas las que pueden salir ganando cuando se dan un tiempo antes de romper de forma definitiva pues a veces, vistos algunos problemas con la perspectiva adecuada, se atenúan y hasta se superan. Otras muchas no podrán superarlo y antes o después terminarán divorciándose y lo harán incluso más convencidos.
La situación es diferente para las mujeres que atraviesan una situación de maltrato. Éstas no deben esperar, porque donde ya existía una situación insoportable los problemas económicos pueden desencadenar una mayor agresividad. Pero precisamente porque su situación es especial, también cuentan con un respaldo legal e institucional. Conviene que, como mínimo, se informen de cómo podrían dibujar ese camino hacia una nueva vida. Una llamada gratuita y anónima al 016 puede ser el primer paso.