Como no siempre se puede hablar de fútbol o de política, proponemos que en las sobremesas con la familia o los amigos se discuta también de otras cuestiones. Para empezar puede estar bien este tema: el derecho a la intimidad y las cámaras de seguridad. Merece la pena probarlo. Es un asunto que aunque al principio pueda parecer de los tranquilos, acaba por convertir una comida en una acalorada tertulia. Suele haber alguien que dice: por mí, que me graben cada segundo del día, es más, estaría bien que en el coche lleváramos siempre una cámara instalada y todo quedara grabado. También en las zonas comunes del edificio, en la calle, en las tiendas y hasta en el parque. Igual así cuando surja algún conflicto no termina por tratarse de la palabra de uno contra otro. La mujer o marido de quien así piensa no tarda en añadir que también estaría bien instalar una cámara en casa, para ver de una buena vez quien se deja abierta la puerta de la nevera, o se come el último pastel o no cierra el tubo de pasta de dientes…
El argumento contrario también suele aparecer. Siempre hay alguien que piensa que su intimidad es lo más valioso y que nada ni nadie debiera inmiscuirse ni mucho menos grabar imágenes que luego puedan ser utilizadas en su contra.
Después de un rato de cruzar posturas radicales, todos acaban por llegar a un punto intermedio en el que se ponen de acuerdo: hay veces en las que una cámara de seguridad es útil. Hay ejemplos que nadie discute: bancos y cajeros automáticos, otros establecimientos abiertos al público en los que pueda existir riesgo de robo… No está tan claro ya cuando hablamos de lugares de trabajo donde los trabajadores puedan al mismo tiempo ser controlados, o vías públicas, donde la justificación puede ser la seguridad vial, pero terminan grabándose otras cuestiones que nada tienen que ver.
Nos guste o no, uno no puede grabar lo que quiera, cómo quiera y dónde quiera, pues la instalación de cámaras de grabación se encuentra regulada. Tampoco luego se puede dar a esas imágenes cualquier uso. Afortunadamente contamos con los derechos fundamentales que nuestra Constitución establece y aunque a veces entren en conflicto, las leyes no tienen más remedio que respetarlos.