La mayor parte de las veces los ciudadanos permanecemos ignorantes ante los cambios legislativos pues, si los medios de comunicación no los consideran noticiables, pasan completamente desapercibidos excepto para aquellos que han de sufrir las consecuencias como destinatarios directos de la norma.
Otras veces sucede lo contrario. Es bastante difícil no enterarse de alguna novedad legal cuando es noticia de primer orden y comentario generalizado en todo tipo de reuniones sociales. Y esto es precisamente lo que está sucediendo con la “ley antitabaco” y lo que antes ya pasó con otras como las reformas que tienen que ver con impuestos, aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, etcétera. Todo aquello que afecta directamente a nuestros derechos nos hace posicionarnos a favor o en contra de las medidas que se adoptan. Cuando nos resulta favorable tendemos a pensar que la ley es justa. Cuando de forma directa o indirecta nos perjudica nos parece terriblemente injusto. Y es que la justicia, ya lo dijimos otras veces, es un concepto muy subjetivo y poco o nada tiene que ver con la legalidad. Una ley en vigor no tiene por que ser justa conforme a la idea que cada cual tenga de la justicia. Es imposible que contente a todos ni que responda a las particulares expectativas de cada cual. Y ante esto de poco o nada vale hacerse los valientes, incumpliendo deliberadamente las nuevas obligaciones como forma de expresión personal, sin valorar antes las posibles consecuencias.
¿Por donde empezar cuando una norma que se aprueba nos afecta? Por intentar conocerla y comprenderla. Por saber hasta dónde llega y en qué nos beneficia o perjudica. Por conocer las consecuencias de su incumplimiento. Por buscar aquellos atajos o caminos legales que puedan llevarnos a dónde queramos llegar, si es que se puede. Y si no se puede, si estamos fastidiados, intentar tener cierto espíritu positivo y empezar a pensar en futuro. Las normas cambian. Para derogar a una anterior tan solo hace falta una posterior. Pero este no es un camino fácil, así que quienes mejor lo llevan son aquellos que deciden que es más simple cambiar nuestra actitud y poner al mal tiempo buena cara. Que se lo pregunten a los fumadores que han descubierto una nueva forma de relacionarse a la puerta de un bar.