“A 110 kilómetros por hora es difícil mantenerse despierto”, según Fernando Alonso. Y es que esa es la velocidad que no podremos superar en nuestras autopistas y autovías. Es decir, el panorama de la conducción en nuestro país va a ser el siguiente: sumamos a la limitación de ir a 30 kilómetros por hora en buena parte de la ciudad, a la que hacíamos alusión la semana pasada, la limitación de no superar los 110 kilómetros por hora en autopistas y autovías y además no sabemos con certeza si van a apagarnos parte de las luces o es que van a sustituir las bombillas por unas de bajo consumo. En cualquier caso tampoco va a importar mucho porque vamos a ir tan despacio que tampoco va a haber problema con que haya más o menos iluminación.
Desde el punto de vista jurídico lo único importante es que no nos van a restar puntos si nos saltamos la nueva limitación, es decir, la detracción de puntos va a seguir en los mismos límites que se encontraba antes de este cambio aunque sí tendremos que pagar la correspondiente sanción económica.
Otro punto a tener en cuenta es que parece que va a ser una medida transitoria, aunque indefinida, lo que nos deja con la duda de hasta cuándo va a durar. Como las razones por las cuales se establece tampoco es que estén muy claras que digamos, lo de la duración queda bastante en el aire. Si es para ahorrar en gasto energético como consecuencia de la crisis de Libia hay que pensar que, una vez superado este problema, se volverá a los límites de antes pero como no hay un acuerdo sobre el porcentaje de ahorro ni sobre que este extremo sea el único factor que ha impulsado esta decisión, la duda sobre la transitoriedad de esta norma es bastante elevada. Porque si es para reducir muertes en la carretera o para aumentar la seguridad o para proteger el medio ambiente, no tiene sentido alguno que sea transitoria. Y si es para ahorrar tendrá que estar en vigor el tiempo suficiente como para que compense el gasto que va a suponer, como mínimo, el cambio de señalización, aunque se nos ocurren otros muchos indirectos porque hacer más lentos los desplazamientos supone un mayor empleo de tiempo en los mismos que, cuando se trata, por ejemplo, de trabajadores o de coger un taxi, también se nota.
En fin, que habrá que esperar y mientras tanto conducir despacito. Es lo que toca. Y seguir mirando anuncios de coches con gran potencia y cilindrada que no nos sirven para nada porque tenemos que llevarlos casi al paso de los antiguos seiscientos.