Todo cambia tan deprisa… Y no solo las cuestiones relacionadas con la tecnología. Ahora navegamos por Internet con un móvil cuando hace tan solo unos poquitos años la palabra navegar se reservaba exclusivamente a barcos y aeronaves. También cambia igual de rápido el significado y el contenido de muchas instituciones y una de las que más ha cambiado es la del matrimonio.
No hace tanto tiempo, aunque todos lo tengamos más que asumido, que podemos casarnos en el Ayuntamiento, ante un alcalde o un concejal en el que este delegue. Después se ampliaron las posibilidades de contraer matrimonio a parejas que antes no podían. Hablamos del matrimonio entre personas del mismo sexo. Y ahora, la última propuesta, es que nos podamos casar ante notario.
Cuando se lanza una nueva idea como esta, es inevitable que surjan múltiples opiniones contradictorias. Desde luego es una forma de mejorar la situación de las notarías que han perdido mucho volumen de negocio después de que bajara tan drásticamente el negocio inmobiliario pero por otro lado están aquellos que se niegan a renunciar a una idea más romántica del matrimonio. Ir a firmar un simple documento en una notaría, lugar que relacionamos con trámites, gestiones y contratos, quita sin duda un poco de magia al asunto.
¿Se ha convertido el matrimonio en un simple contrato o siempre lo fue? Desde nuestro personal punto de vista un matrimonio es mucho más que un contrato, es una institución en la que los compromisos personales, además de los económicos, le confieren características especiales que lo diferencian de un simple contrato con simples obligaciones para ambas partes. Ahora bien, quién gestiona el expediente matrimonial y quién tiene competencia para recoger los consentimientos de ambas partes para contraerlo es completamente distinto. Si luego queremos añadirle romanticismo y encanto a ese momento, eso, obviamente, es cosa ya particular de cada uno.
Tema distinto es el de los divorcios pero… esa es otra cuestión y exige protagonismo propio en otro comentario.