Sucede algunas veces que una mujer se queda embarazada en una relación en la que no hay visos de futuro y decide desaparecer sin decir nada al padre de la criatura, que vive ignorante de la situación o que al cabo de un tiempo, al ver que su antigua pareja tiene un hijo y echar cuentas, sospecha si acaso pudiera ser suyo, sin atreverse a preguntarlo o logrando una respuesta rotunda y negativa por parte de la madre. ¿Es esto correcto desde un punto de vista etico? Es lógico pensar que toda persona que tiene un hijo debería ser, como mínimo, informado de ello, por si quiere ejercer los derechos que legalmente le corresponden. Hablamos de las responsabilidades propias de la patria potestad y la custodia o, como mínimo, de un tiempo de visitas y estancias que permita que padre e hijo compartan tiempo y experiencias y que a su vez aporte recursos en la medida de sus posibilidades. Quien oculta esta información priva al otro del ejercicio de estos derechos y obligaciones. Sin embargo, no hay ninguna ley que exiga a una mujer que trae un hijo al mundo informar al padre de su condición de tal. Pero vamos mas allá. La realidad es que toda madre tiene en su mano reclamar el reconocimiento de la paternidad y una pensión alimenticia para su hijo menor, como también el padre puede reclamar sus derechos si sabe que ha tenido un hijo. La situación injusta se presenta cuando la madre oculta la situación hasta que el niño ya tiene unos años, se ha afianzado la relación con la madre y el afecto por el padre es inexistente y muchas veces irrecuperable. ¿Quien devuelve este tiempo y afecto perdido al padre? ¿Debería cambiar la ley y condicionar las obligaciones del padre al hecho de haber sido informado de su paternidad en un tiempo razonable? ¿No sería esto perjuicial para el menor? Esta cuestión, al igual que muchas otras que cada día se presentan debiera ser objeto de estudio y adecuada regulación.