Casi cuarenta años han pasado desde que don Juan Carlos se proclamara rey de España, desde el año 1978 tenemos Constitución y hasta este momento no ha habido preocupación alguna por redactar una ley que desarrolle el parco contenido constitucional dedicado a la Corona. Tal vez porque parecía que este momento nunca iba a llegar, tal vez porque el Rey, símbolo de estabilidad y de tranquilidad en la transición era una figura tan intocable hasta hace casi nada que ponerse a hacer una Ley Orgánica que regulara diversas cuestiones de su reinado podía no entenderse y desde luego exigía un consenso que tan difícil es de alcanzar últimamente para casi todo.
Y ahora nos encontramos con una abdicación que exige que de prisa y corriendo nos pongamos manos a la obra para hacer una ley orgánica que simplemente cumpla con el trámite de la sucesión y por la vía de urgencia y del mismo modo que se proceda a la coronación del Príncipe Felipe en una sesión conjunta de Congreso y Senado que tampoco está desarrollada de forma concreta en los reglamentos de las Cortes. Así que toca ir improvisando.
Ahora bien, esperamos, eso sí, que la experiencia sirva para darse cuenta de que regular una institución tan importante no es igual a desestabilizar sino que equivale a resolver problemas. Con una ley que regule detalladamente la corona podríamos tener resueltas muchas de las cuestiones que durante estos últimos veinticinco meses han acuciado a la monarquía, dar más transparencia a su funcionamiento y contar con soluciones prácticas para muchos asuntos que inevitablemente van surgiendo, como este de la abdicación.