Convivimos cada día en nuestro edificio, en nuestras calles y en nuestros parques con perros de toda clase y condición. Y esta convivencia en ocasiones genera conflictos. No es que las normas de protección de animales domésticos en nuestro país sean especialmente buenas pero las que existen hay que respetarlas, tanto por parte de los propietarios de los animales como por el resto de personas que se cruzan a diario con ellos. Por ese motivo es importante conocer las que resultan de aplicación en nuestra ciudad, en nuestra comunidad autónoma y las que afectan directamente a la especie y raza de animal que tengamos. Una de las más importantes es la relativa a los perros de razas consideradas potencialmente peligrosas.
La normativa sobre estos perros establece que los dueños de determinadas razas, cruces de las mismas o animales que cumplan ciertas características físicas tienen que cumplir unos requisitos estrictos: obtención de una licencia que acredite condiciones físicas y psicológicas, obtención de un seguro de responsabilidad civil con una cobertura no inferior a 120.000 euros y respeto de normas de seguridad tales como circular con bozal y correa no extensible de menos de dos metros.
No es una normativa nueva, ya han pasado muchos años desde su aprobación y muchos de los dueños de este tipo de razas no han dejado de quejarse desde entonces. Sostienen que sus animales son tranquilos, pacíficos, que en su mayoría están bien educados y no atacan ni suponen riesgo alguno. Ven injusto que sus canes no puedan disfrutar de las zonas de la ciudad en las que los perros pueden correr sueltos y aunque la mayoría de ellos reconoce que estas razas de animales puedan resultar peligrosas si son adiestrados de forma inapropiada, creen que no se puede generalizar y que por unos pocos salen todos perjudicados.
Y ciertamente en muchas ocasiones esto es totalmente cierto.
Pero, aunque entendemos el malestar, la norma está justificada. La única forma de garantizar la seguridad es establecer medidas que eviten situaciones de peligro. Lamentablemente nuestro sistema valora el riesgo abstracto y regula con carácter general. Así son la mayoría de las normas. Por la misma regla de tres hacemos largas colas en el aeropuerto y mostramos el interior de nuestras maletas aunque no seamos terroristas, nos sometemos a inspecciones fiscales aunque no estafemos al fisco, facilitamos nuestros datos al banco aunque no blanqueemos capitales, vacunamos a nuestros hijos aunque existan pocas probabilidades de que enfermen… Sí, todas esas cosas se hacen porque estadísticamente alguna vez sale un terrorista, un estafador, alguno muere por una enfermedad poco probable… Según en que lado nos toque somos entonces conscientes de las molestias que implican este tipo de normas preventivas aunque todos salimos ganando si con ello se logran evitar situaciones más complicadas.
A pesar de ello estamos de acuerdo en más que perros hay dueños potencialmente peligrosos. Los que defienden los derechos de sus animales hacen bien en demandar normas que contemplen el caso concreto pero mientras tanto si queremos un perro que encaja entre las especies o características de los considerados potencialmente peligrosos debemos ser escrupulosos con el cumplimiento de las normas.
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