Si hay algo que cuesta comprender cuando una persona atraviesa un problema legal es que no solo se trata de tener razón, sino de que le ley esté de nuestro lado y, sobre todo, podamos contar con pruebas suficientes para demostrar aquello que afirmamos. Conocer lo que la ley establece para cada caso es algo que no está al alcance de cualquiera, pues no resulta fácil estar al día de todas y cada una de las normas vigentes y comprender su contenido. Sin embargo, sí que hay algo que todos podemos hacer sin que implique un gran esfuerzo: intentar reunir y conservar la información necesaria para que, si llega el caso en que tengamos que realizar alguna reclamación, tengamos de que valernos. Esto implica conservar las facturas o justificantes de pago de los productos que compremos, guardar cada contrato que firmemos, comprobar de forma habitual los cargos que se hagan en nuestras cuentas bancarias, realizar fotografías, anotar el nombre de testigos y avisar a la autoridad que en cada caso corresponda cada vez que se produzca un accidente o un conflicto… Parece un gran trabajo, pero lo cierto es que no cuesta tanto si ponemos un poco de atención. Ojalá que nunca lleguemos a hacer uso de toda esta información que hemos procurado conservar, pero si se da el caso, puede marcar la diferencia entre tener que conformarnos o poder satisfacer nuestros intereses.