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No se puede decir que no se estén poniendo medios para luchar contra la violencia de género. Tampoco se puede decir que el problema esté controlado, ni mucho menos. Llama la atención que algunos de los maltratadores que llegan al extremo de causar la muerte de su pareja opten por suicidarse una vez han logrado su objetivo. Su obcecación llega a tal extremo que ni su propia vida les importa con tal de lograr su macabro objetivo. ¿De que valen entonces los castigos que prevé el código penal? Llegan demasiado tarde. Es muy probable que esas víctimas hubieran sufrido antes algún tipo de maltrato verbal o físico y que incluso hubieran sido amenazadas. ¿Por qué entonces muchas veces no existen antecedentes judiciales ni policiales? ¿Por qué no se denuncia? El trasfondo psicológico de este tipo de situaciones en las que los sentimientos tienen protagonismo hace que quien las sufre no sea capaz de vivir la realidad de un modo objetivo y la indecisión, la baja autoestima, la dependencia emocional o económica y el miedo son malos compañeros a la hora de protegerse.
Cierto es que muchas veces existen denuncias previas, incluso condenas anteriores, órdenes de alejamiento… y nada es suficiente. Pero al menos hay que intentar luchar por obtener un mínimo de seguridad, denunciando, empleando los medios que actualmente existen, aunque sean mejorables pero, sobre todo, desconfiando del maltratador, evitándole a toda costa, porque muchas veces las víctimas, aun sabiendo que corren riesgo, se mantienen a su lado.