“La vida es corta.
Solo se vive una vez.
Tú decides cómo hacerlo”.
Ese es el eslogan publicitario de un despacho de abogados para captar clientes que se encuentran en una situación de crisis de pareja.
Con un poco de imaginación es fácil redactar la continuación: “Si no soportas a tu cónyuge, nosotros te lo quitamos de encima de una forma rápida y económica”. Entendiendo como tal, plantear un divorcio, obviamente.
El anuncio, el planteamiento, el diseño… son muy graciosos sin lugar a dudas. Consiguen que veamos este tipo de procedimientos de una manera mucho menos dramática y nos saca hasta más de una sonrisa.
Hasta ahí un punto para quien se le haya ocurrido la idea.
Pero, desde nuestro personal y profesional punto de vista, un divorcio es una realidad compleja en la que existen muchos puntos sensibles a los que hay que prestar especial y seria atención. Las decisiones que tomemos en ese momento suelen ser muy importantes y marcan un antes y un después en nuestras vidas.
Y esto es así porque en un divorcio no resolvemos tan solo romper nuestro matrimonio y vivir separados de nuestro cónyuge. Si fuera tan solo esto, quizás podríamos verlo desde esa ligereza que transmite nuestra foto. Tal vez de ese modo fueran posibles los divorcios “low cost” como si de un gimnasio o una tienda de ropa se tratara.
En un divorcio se resuelven otras cuestiones que afectan a la economía y, si existen, a los hijos, que deben salir indemnes de los problemas que mantienen entre ellos sus padres.
El uso de la vivienda familiar, la existencia o no de pensión compensatoria para el cónyuge al que el divorcio le genere un desequilibrio económico, la liquidación del régimen económico y de los bienes que puedan existir en común, la guarda y custodia de los hijos comunes, los alimentos de estos, el pago de los gastos extraordinarios… cuando nos divorciamos no solo tenemos que tomar esta decisión, sino todo un conjunto de decisiones imprescindibles para iniciar esa vida que se inicia de forma separada.
Contar con una buena orientación jurídica e intentar el acuerdo con un buen asesoramiento es clave. Y aún más cuando el acuerdo es imposible y hay que defender judicialmente una postura.
Son tantos, tan diferentes y, si hay menores, tan sensibles los intereses en juego, que divorciarse nunca es una cuestión de saldo.
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