Un animal de compañía es todavía para muchas persona una de las mejores opciones a la hora de seleccionar un regalo para un ser querido en estas fiestas. Y probablemente un buen número de ellas no se equivoquen con la elección. Sin duda alguna, un animal de compañía proporciona a su propietario a lo largo de su vida infinidad de pequeñas satisfacciones. Además está demostrado que ayuda a superar situaciones de depresión, de estrés, de soledad, que sirve para inculcar en los más pequeños la necesidad de hacer cargo de ciertas responsabilidades, que es un apoyo fiel en cualquier ocasión, que mejora la sociabilidad…
Sin embargo, todos estos puntos no deben llevarnos a tomar una decisión apresurada e irreflexiva. Decidir adquirir o adoptar un animal de compañía es un acto de responsabilidad muy importante pues supone asumir un conjunto de obligaciones que además es preciso cumplir durante un buen número de años, todos aquellos que dure la vida del animal. Cuando esta decisión la toma uno para sí mismo hay que ser conocedor y consciente de la necesidad de su cumplimiento pero cuando se va a entregar un animal como regalo, es esencial saber que la persona a la que va destinado es también conocedora y consciente de la existencia de esas obligaciones y está dispuesta a asumirlas.
No hay que olvidar que un animal no es un juguete, que cuando se regala, lo más habitual es que sea un cachorro adorable pero que obviamente crece, que requiere atención y cuidados diarios que no se pueden obviar ni en festivos ni en vacaciones, que exige una determinada alimentación, atención veterinaria, identificación, registros censales, que se va a poner enfermo en alguna ocasión y que precisa además un mínimo de cariño, de interactuación, de juego y de ejercicio. Y, sobre todo, hay que tener muy presente que todas estas son obligaciones son legales y que incumplimiento supone la comisión de infracciones administrativas que llevan aparejadas importantes sanciones, todo ello al margen de que determinadas actuaciones puedan ser consideradas incluso como delitos o faltas de carácter penal.
Por todos estos motivos, si está en la mente de cualquiera de nuestros lectores regalar un animal esta Navidad, dos consejos. El primero, ya casi lo hemos adelantado: pensar bien si la persona a quien se lo vamos a regalar va a ser responsable de los cuidados del animal a lo largo de toda la vida del mismo. El segundo; si finalmente nos decidimos a hacer este tipo de regalo, es siempre mejor adoptar que comprar. De esta forma estamos dando una segunda oportunidad a un animal que ya ha sido abandonado y dejando un sitio nuevo para que pueda ser atendido uno que aún puede estar en la calle.