Nosotras somos muy tradicionales en esto de los regalos navideños. Somos del grupo que aún apuesta a muerte por los Reyes Magos. Y no es que tengamos nada en contra de Papá Noel, es que toda la vida nuestros regalos llegaban la noche del cinco de enero de la mano de los tres magos de Oriente.
No hace falta ser un niño para mantener la ilusión el 25 de diciembre o el 6 de enero. Es bonito dar y recibir regalos. Es bonito pensar qué le puede gustar a esa persona, buscar la mejor opción, elegir, empaquetar, entregar… pero no hay que olvidar que cuando decidimos adquirir un regalo para otro somos responsables de lo que regalamos.
Esta conclusión que puede aplicarse a múltiples ejemplos pero hoy la vamos a utilizar pensando sobre todo en los animales.
Es muy frecuente, sobre todo si hay niños en la casa, que una de las peticiones a incluir en la carta de cada año sea un perro, un gatito o cualquier otro animal. Es normal. Los animales, especialmente cuando aún no son adultos, son adorables. A cualquiera de nosotros nos costaría resistirnos a compartir cualquier momento de juego con cualquiera de ellos.
Pero un animal no es un juguete. No es algo que, pasada la novedad de los primeros días, podamos aparcar en un rincón o bajar al trastero para que no estorbe.
Ser propietario de un animal requiere una alta dosis de responsabilidad, responsabilidad que, por otro lado, va a durar unos cuantos años, tantos como dure la vida del animal que hayamos elegido.
Ese adorable cachorro que hemos comprado por Navidad crece y, por lo tanto, va a ocupar un lugar en nuestro hogar, tiene unas necesidades que hay que atender, necesita cuidado y control veterinario y precisa ser atendido conforme a las características propias de su especie y raza. Todo esto se resume en cuatro aspectos fundamentales que debemos ser conscientes que van a entrar en juego: espacio, tiempo, dinero y, además, cariño.
Y estos aspectos no se van de vacaciones, el animal también es nuestra responsabilidad cuando nos queramos ir de viaje, y se incrementan con el paso de los años ya que, andando en el tiempo, nuestra mascota precisará mayores atenciones.
Si nuestra elección va un poco más lejos y optamos por una especie exótica, antes debemos informarnos muy bien del tipo de cuidado que precisa… no vaya a ser que no podamos o no queramos asumirlo.
Y si alguien está pensando que estas obligaciones no son para tanto… hay que añadir, y por eso lo tratamos aquí en nuestro blog, que son obligaciones legales. Casi todas las comunidades autónomas y muchos municipios cuentan con normativa propia de protección de animales domésticos cuyo incumplimiento puede acarrear importantes sanciones. El maltrato y el abandono se califican como delitos en nuestro Código Penal y cada vez los jueces son más sensibles a imponer las penas correspondientes a quienes deciden saltarse estas normas.
Por todos estos motivos, antes de pensar en regalar un animal a alguien tenemos que valorar muy bien a quién se lo vamos a entregar, si está preparado para asumir esta responsabilidad y si va a ser un buen propietario. En otro caso, estamos metiendo al futuro dueño, pero sobre todo al animal, en un buen lío. Al primero por las posibles consecuencias jurídicas y al segundo porque va a afectar a su bienestar y a su vida. Así que si sabemos que quien pide el animal no va a ser un dueño responsable, mejor regalarle un peluche que no tiene más trascendencia.
Claro que si, valorados todos estos aspectos, realmente estamos ante una persona que merece ser el dueño de un animal, lo que va a recibir realmente como regalo van a ser años de amor incondicional. Lo que sin duda alguna merece la pena. Y si son niños, además, la oportunidad de aprender las responsabilidades y cuidados que conlleva la convivencia con otro ser vivo.
Un último consejo, que también es esencial: regalar un animal no significa necesariamente comprarlo. Hay muchísimos animales en adopción que han pasado por las manos de personas que no han entendido todo esto que explicamos y que fueron abandonados por sus dueños. Antes de comprar, hay que pasar por cualquiera de las protectoras que tenemos cerca y conocer a estos animales porque lo más probable es que nos enamoremos de alguno o muchos de ellos.
Seguro que a Papá Noel o a los Reyes no les importa pasar a recogerlos por la protectora. Y es que ellos sí que saben que cuando se produce una adopción, se salvan dos animales: aquel al que le damos una segunda oportunidad en un nuevo hogar y el que va a ser recogido de la calle para ocupar el hueco que se deja en la protectora.
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