Esta entrada la escribimos hace un año. Los que nos leéis habitualmente quizás recordéis el texto. Este ocho de marzo volvemos a publicarla de nuevo porque, un año después, volveríamos a reescribir cada línea.
#FelizDíaDeLaMujer
Hay dos mundos que coexisten en la vida de toda mujer: el que se abre cuando sale de su casa y el que se encuentra cuando llega a su hogar.
En el mundo en el que una mujer lucha por conseguir oportunidades profesionales y sociales, los poderes públicos tienen mucho por hacer. Algunas leyes hay que cambiarlas y otras hacerlas cumplir. Priorizar y tomarse en serio, muy en serio, la batalla por romper el techo de cristal, por lograr salarios iguales, oportunidades reales, eliminar cualquier tipo de diferencia… No se puede penalizar el hecho de ser mujer o de ser madre, porque solo las mujeres podemos traer niños a este mundo y eso sí que nadie puede cambiarlo. Es un privilegio y no debe ser jamás, nunca, motivo de discriminación.
Pero, aun con las limitaciones que existen, hay mujeres que lo logran, que consiguen sus metas, que abren puertas, que no sufren discriminación, que concilian, que se dan su lugar en el mundo, el lugar que quieren y necesitan. ¿Cómo lo hacen? Las mujeres de las que hablamos no tienen contactos ni influencias que las hayan hecho llegar, no han nacido en cuna de algodón, no cuentan con privilegios. Y aun así lo logran.
¿Cuál es el ingrediente secreto? Habría que preguntar a todas y cada una de ellas, pero sospechamos que hay un denominador común: son mujeres que se quieren, que se respetan, que se dan su sitio y esperan que los demás se lo den también. Son mujeres que no aceptan un no, que no se conforman con un “no vales”, porque saben bien lo que valen y están dispuestas a demostrarlo. Son mujeres que no se sienten inferiores y que no se quejan por ello. Son mujeres capaces de sonreír cuando se cruzan con alguien que no las valora, porque él o ella se lo pierde. Pero también son mujeres que, aunque saben bien que nadie es perfecto y que todos podemos caernos, se esfuerzan en hacer de la mejor forma posible lo que quiera que hagan y si caen, saben levantarse. Todas podemos ser esa mujer que camina hacia sus sueños y al hacerlo abre camino a todas las demás, porque cuando las dificultades son reales la actitud hace una gran diferencia.
Pero es dentro de tu casa, con tu familia, con tu círculo de confianza, donde más puedes hacer por cambiar el mundo, con tu pareja y sobre todo con tus hijos, niños o niñas, para que sepan lo importantes que son, lo lejos que pueden llegar si luchan por sus sueños, si aprenden que las cosas que más valen no se compran, se conquistan a base de esfuerzo. Quiérete y encuentra tu lugar en el mundo, porque si lo haces tus hijos se darán el lujo de imitarte y de confiar en que ellos también podrán hacerlo. Sin quejas, sin reproches, con una sonrisa, con amor bien entendido, para que cuando cada vez que vean que a una mujer no se la trata igual que a un hombre abran los ojos como platos y pregunten ¿por qué? Y se digan que, en lo que de ellos dependa, nunca lo van a permitir.
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