Para qué engañarnos, el amor y la legalidad no son buenos compañeros. Mejor dicho, no suelen ser compañeros, ni buenos ni malos, pues nadie asocia amor y ley. Generalmente se recurre al estudio de la normativa cuando se presente una ruptura con mayor frecuencia que cuando se comienza una relación. Sin embargo, no debiera ser así y en algunas ocasiones ya lo hemos explicado. Casi todas las decisiones de nuestra vida tienen implicaciones jurídicas y el hecho de que no seamos conscientes de ello no cambia este resultado.
Las relaciones de pareja, por supuesto, cuentan con su regulación legal y aunque de alguna manera todos estamos familiarizados con los aspectos mas básicos, a veces esto no es suficiente para hacernos una idea adecuada de las obligaciones o derechos que puede implicar una historia de amor.
Cuando dos personas se plantean formar una pareja han de decidir algunas cuestiones: ¿nos casamos o convivimos? ¿cómo vamos a hacer frente a nuestros gastos comunes y a la necesidad de vivienda? ¿mi sueldo sigue siendo solo mío? ¿queremos tener hijos? O en algunas ocasiones ¿qué sucede con mi vivienda si me caso o convivo? ¿qué pasa con los hijos de mi anterior matrimonio y sus gastos? ¿tendrá mi pareja derechos hereditarios? ¿podrá cobrar una pensión si yo falto? ¿qué pasará si mas adelante existe una ruptura?
Tan solo son algunos ejemplos de las preguntas que habitualmente nos hacen las parejas o alguno de sus miembros. Las respuestas a veces confirman lo esperado y otras sorprenden, especialmente en el caso de las parejas de hecho, que suelen generarse ciertas expectativas, a veces por defecto, a veces por exceso, pero que casi nunca aciertan.
Si en el amor nada puede hacer el derecho, en la formalización de una pareja va a ser inevitable su presencia. El mejor consejo es estar informados, hablar las cosas con confianza y respeto, buscando una solución que resulte agradable a ambas partes implicadas, sin imposiciones y sin engaños, de tal manera que cada cual sepa a que se obliga y cuales van a ser sus derechos y expectativas. Después, claro está, hay que cuidar esa relación, porque casi nada sucede por casualidad, pero eso ya es otra cuestión.