Los números dicen que aumentan las denuncias por robo de teléfonos móviles pero, sin embargo,la realidad dice que muchas de ellas son falsas. Y no es porque no haya sustracciones, que las hay, pero suelen ser hurtos al descuido mientras que las denuncias a las que nos referimos especifican que el móvil ha sido robado empleando fuerza, violencia o intimidación
¿A que se debe entonces este incremento? Pues a que las compañías aseguradoras en algunos de sus contratos cubren el robo del terminal pero no el hurto o la pérdida, razón por la cual algunas personas, esperando poder comprarse otro móvil con la indemnización, no dudan en poner una denuncia simulando un robo cuando en realidad simplemente lo han perdido o se lo han quitado sin emplear fuerza, viollencia o intimidación alguna.
El problema es que esta forma de actuar no puede calificarse de simple picaresca y quienes así actúan no son conscientes de que pueden estar cometiendo un delito.
El hecho de acudir a una comisaría y relatar los hechos de forma diferente a como han sucedido a fin de simular un robo que no existió, generando así actuaciones policiales y procesales, constituye un delito de simulación de delito regulado en el código penal y castigado con pena de multa de seis a doce meses. Y no es fácil engañar a la policía, que tienen experiencia más que suficiente para detectar las contradicciones y la ausencia de detalles que suelen estar presentes en este tipo de denuncias.
Pero si se logra dar este paso y, tras poner la denuncia se reclama la indemnización al seguro, se está además intentando estafar a la compañía aseguradora. Algunas veces incluso se consigue y se llega a cobrar la indemnización correspondiente. En este caso hablamos de un delito cuya pena que varía en función de la cantidad reclamada al seguro (el valor del movil) de modo que si es inferior a 400 euros será una multa de uno a tres meses mientras que si supera los 400 euros la pena puede llegar hasta los tres años de prisión.
La mayoría de las personas que llevan a cabo esta conducta no son delincuentes, no cuentan con antecedentes penales ni son conscientes de la gravedad de los hechos. Algún amigo o conocido les ha contado que de este modo logran un dinero fácil. Se genera así una sensación de confianza y de impunidad que les mueve a actuar de esta forma. Además, puesto que las compañías aseguradoras son empresas que manejan grandes sumas de dinero, al reclamar una cantidad relativamente pequeña tranquilizan su conciencia.
La realidad es que la mayor parte de las veces la picaresca sale cara, porque no solo no se logra lo que se pretende sino que además se termina pagando una multa (en el mejor de los casos) y generando un antecedente penal.
Así que nuestro consejo es vigilar el móvil, no dejarlo encima de la mesa en terrazas o restaurantes, cerrar bien el bolso en lugares concurridos y tener algún sistema de localización por GPS para poder encontrarlo en caso de pérdida o sustracción. Si lo sustraen, denunciarlo, pero contando los hechos tal cual han sucedido, con independencia de poder o no cobrar el seguro. Si realmente ha sido robado, contarlo con todo tipo de detalles, sin dejar lugar a dudas, porque a veces se producen robos y entonces sí, podremos reclamar como corresponde. Pero no en otro caso.
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