El Gobierno ha remitido a todos los grupos parlamentarios el borrador de la reforma que propone de la ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco, más conocida como la “ley antitabaco”. Y, como ocurre siempre que se regula una situación que afecta a los derechos de unos y recorta la libertad de otros, se ha generado un sinfín de polémicas en las que participan todos los sectores implicados.
Y es que esta nueva normativa promete ser mucho más dura que la anterior. Más que nada porque, entre otras razones, se pretende que la prohibición de no fumar se extienda a todos los bares, restaurantes, cafeterías… salvo en los espacios que éstos tienen al aire libre. En las salas de fiesta y establecimientos de juego se prohíbe fumar durante el horario o intervalo temporal en el que se permita la entrada a menores de dieciocho años. Los hoteles que quieran contar con habitaciones de fumadores podrán hacerlo pero con ciertas condiciones: que su número no supere el treinta por ciento de la capacidad del hotel, que estén separadas de las áreas del resto de habitaciones y que cuenten con ventilación independiente. No se extiende la prohibición, sin embargo, a las terrazas, siempre que estén al aire libre, es decir, que no se encuentren cerradas de algún modo, ni a los espacios abiertos tales como estadios de fútbol o plazas de toros. Sin embargo, y curiosamente, todos estos locales podrán seguir contando con máquinas expendedoras de tabaco con idénticos requisitos que con la legislación anterior.
La nueva normativa, como casi todas, tiene sus luces y sus sombras y las críticas pueden, sin duda, plantearse desde varias perspectivas. Desde la de los no fumadores, por ejemplo, se plantea la falta de dureza en extremos tales como el hecho de que se siga permitiendo fumar en una plaza de toros o en un estadio en que, aunque no sean lugares cerrados, la proximidad de los asientos hace que el no fumador esté cerca de un fumador. Desde el punto de vista de los fumadores es un recorte de libertad y ponen en evidencia la falta de ayudas públicas para dejar de fumar. Y desde el punto de vista de los restauradores y hosteleros supone una causa de disminución de ingresos a la que hay que sumar que hace tan solo cuatro años se vieron obligados a acometer obras de adecuación de sus locales que ahora pierden sentido al extenderse la prohibición de una manera total.
Resulta difícil acertar con una ley de este tipo y contentar a todos aunque los objetivos, que cada vez menos personas fumen y que no se causen perjuicios a los fumadores, sean tan loables.