Si en algún comentario anterior explicábamos como las normas y el sentido común no tienen por que ir necesariamente de la mano, queremos hoy ir un poco mas lejos. El sentido común puede utilizarse algunas veces para acercar posiciones y lograr acuerdos, evitando dejar en manos del juez lo que muchas veces puede solventarse con buena voluntad y un poco de interés por ambas partes. ¿Parece contradictorio? No tiene por qué serlo. Pongamos otra vez los mismos ejemplos.
Decíamos que el dueño de un local tendrá que pagar la parte que le corresponda en la instalación de un nuevo ascensor, a menos que el título constitutivo le excluya de tal gasto y ello aunque no parezca tener ningún sentido puesto que no va a hacer ningún uso de este elemento. Pues el dueño de este local lo que debe hacer no es plantar batalla y quejarse y protestar y decir que no va a pagar y que tendrán que llevarle a juicio. Al contrario, su única posibilidad, una vez consciente de sus expectativas y sabiendo que lleva las de perder si se obceca, es hacer ver al resto de los copropietarios la injusticia de la situación y lograr que por acuerdo unánime de la junta se le releve de esta obligación, le rebaje su parte o le permita abonarla en cómodos plazos. Con la actitud adecuada, algunos casos hemos visto que lo lograran. Por las malas ninguno.
Hablemos ahora del ejemplo de la pareja que se rompe por infidelidad. Si la parte perjudicada pretende con una demanda que se tome en cuenta su situación y que esto repercuta en las medidas del divorcio tiene muy poco que hacer, porque el divorcio actualmente no es causal. Sin embargo, se puede intentar una negociación en la que se pongan encima de la mesa todos los daños, también los morales, haciendo ver a la otra parte lo injusto de la situación y buscando una solución que contente a ambas partes. Es posible entonces lograr un resultado que luego se plasmará en un convenio regulador y que se presentará en el Juzgado, seguramente con mejores resultados que los que podrían obtenerse en un procedimiento contencioso.
Así, si primero decimos que no hay que fiarse del sentido común para hacerse unas expectativas de cara a lo que la ley establece, ahora añadimos que el sentido común puede ser un punto de encuentro para intentar un acuerdo. ¿Cuales son los pasos entonces? Primero informarse de nuestros derechos y obligaciones, hacerse una composición de lugar de cómo podrían quedar las cosas a las malas y, con los pies en el suelo y conociendo nuestras posibilidades, intentar lograr un acuerdo con la mejor voluntad y disposición. Muchas veces no será posible el entendimiento. Otras sí y por esas otras veces merece la pena intentarlo, sin venirse abajo si no se consigue.