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José María Urbano

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El aviso de Zumárraga

Lo peor que nos puede pasar es que no seamos conscientes de que la competencia empresarial y territorial va a ser incesante

De poco sirve que se analicen las fortalezas de Avilés y comarca, que son importantes y en algunos casos envidiables, si caemos en el error del ensimismamiento y si pensamos que la acción política y determinadas posiciones defendidas hasta el extremo por la sociedad civil no van a influir en el futuro de nuestro tejido industrial. O si no somos conscientes de que la competencia empresarial y territorial va a ser incesante. Lo del pez grande que se come al chico deberíamos aplicárnoslo, aunque sólo fuera como aviso permanente de los riesgos que conlleva una economía globalizada que ya hace tiempo que dejó de pensar en el romanticismo de las claves territoriales.

Hace 37 años estuve por primera vez en la población guipuzcoana de Zumárraga. En realidad fui a la casa de unos amigos a Urretxu, la población con la que comparte casco urbano y que sólo las vías del tren separan a modo de ‘frontera’. En aquel tiempo, las dos poblaciones del Alto Gohierri disfrutaban de una realidad industrial muy potente, la que les otorgaba el empleo y la riqueza de la factoría siderometalúrgica de Esteban Orbegozo, una empresa que en los años 50 había dado empleo a toda la población activa de Zumárraga y a decenas de trabajadores llegados de otras provincias españolas. ¿Les suena? Tras su integración en Marcial Ucín primero y en Aceralia y Arcelor más tarde, hoy forma parte de la multinacional ArcelorMittal. Y ésta ha dicho que tras perder 45 millones de euros en los últimos ejercicios, se dispone a echar el cierre. Zumárraga –10.342 habitantes, 332 familias– se queda sin uno de sus motores económicos y sociales. 342 personas están condenadas a quedarse sin trabajo o en el mejor de los casos, a iniciar una nueva vida aquí mismo, en Avilés, o en Gijón. Sólo unos pocos se quedarán en el País Vasco.

Las experiencias de Avilés, tras el traumático Plan de competitividad de la siderurgia de 1992, que decidió la desaparición de la cabecera siderúrgica que había sido santo y seña de esta ciudad, no se puede decir que haya sido mala en ese sentido. Supo poner sobre la mesa sus grandes aportaciones (mano de obra cualificada, técnicos expertos en la materia, unos directivos dispuestos a pelear hasta el final, un centro de I+D, una acería LD III referente en el mundo y un puerto) y se ganó inversiones en instalaciones más modernas, más eficientes, más sostenibles y con un mayor futuro. Hoy, lejos de una amenaza de cierre, hablamos felizmente de inversiones multimillonarias que vuelven a ser contratos de adhesión para los próximos lustros. El de la acería, el principal, aunque no el único.

Pero no todas las empresas ni todas las actividades son iguales. La clave de un negocio industrial reside en llegar el primero al mercado con un producto innovador y sacarle todo el provecho hasta que alguien, desde fuera, sepa hacerlo como tú o mejor y a un precio más competitivo. Reglas del juego.

Por eso no deja de ser peligrosa una doble tendencia cada vez más acusada en esta ciudad: la de cuestionar su carácter eminentemente industrial, por un lado, y la de asistir a políticas de nuestros representantes políticos, hablo en general, que no van más allá del metro cuadrado de su particular mapamundi.

La guerra que mantienen desde hace meses el Colectivo Ecologista y la Consejería de Fomento, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente, con la contaminación en Avilés de algunas empresas y del entorno portuario, a modo de muñeco del pim, pam, pum, está empezando a pasar factura. Es tan lamentable el «parte diario» que nos ofrece el representante del colectivo, manipulando los datos a su antojo, aunque él sabe mejor que nadie que los valores diarios sólo son indicativos, nunca definitivos, como el desconcierto de una consejería que un día se levanta negando hasta el humo de la última chimenea, y al otro anuncia, atronando, multas multimillonarias a todo el entramado empresarial. Y 24 horas después se disculpa. Y vuelta a empezar.

Titular de la nota de prensa enviada el viernes pasado a los medios por parte del Colectivo Ecologista: «Arcelor fumiga ayer Avilés con benceno (sic.) sin que el Principado actúe». Sin comentarios.

Avilés es una ciudad industrial por encima de todo. Y cuenta con un puerto comercial. ¿Hay algo en esta definición que no se entienda? ¿Alguien pretende ir más allá de las exigencias medioambientales y de las que contemple la ley?

Último mensaje de un destacado ecologista avilesino –¿o es un militante-dirigente activo de una opción política y está haciendo campaña política?– para convocar o acudir a una manifestación: «Iría a una manifestación que reivindicara cosas como reducción de jornada laboral, creación de empleo verde, reparto de trabajo y una renta básica. O sea, trabajos decentes para una vida decente para todas las personas que viven en un planeta decente».

Genial, enternecedor. Pero tenemos un ‘pequeño’ problema, y además muy urgente: dejando aparte a las más de 3.000 familias que atiende Cáritas, los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Avilés atendieron en 2015 a 11.699 personas (299 más que el año anterior); 557 personas, sin ingresos, recibieron el salario social; y 775 familias recibieron ayudas de emergencia. Lo dice y lo argumenta con datos Yolanda de Luis en la apertura de hoy domingo de LA VOZ DE AVILÉS.

Mientras, empresas del entorno portuario hablan sin ningún rubor del ocaso del puerto si continúa la escalada de apercibimientos y multas pese al esfuerzo general en medidas anticontaminantes.

Y un último dato preocupante. Ferrol, Bilbao y El Musel –éste, el último día que salió una denuncia sobre una parcela portuaria– han puesto los ojos en el pujante sector eólico de Avilés, un referente mundial que emplea a cientos de personas y que sólo el año pasado movió nada menos que 98 barcos para sus exportaciones.

La sociedad civil no sólo es denuncia. Debería ser, también, acompañamiento para conseguir una ciudad más pujante, más rica y más sostenible para hacer que el bienestar llegue a todos, a los que viven aquí y a los que pudieran hacerlo en el futuro atraídos por su atractivo y sus oportunidades.

Cuando hace 37 años estuve por primera vez en Zumárraga-Urretxu nadie se podía imaginar que algunos de sus vecinos iban a tener que venir a Avilés para encontrar aquí el futuro de sus familias porque su boyante empresa había echado el cierre. Merecería la pena tomar nota.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 8 de mayo de 2016

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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