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José María Urbano

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Los políticos como problema

Análisis resignado sobre una nueva iniciativa hostelera, la declaración de las fiestas de San Agustín libres de sexismo y la situación del Conservatorio

La encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del pasado mes de junio aseguraba que el ochenta por ciento de los españoles mostraba su hartazgo por la situación política, calificando de muy mala o mala la gestión de los representantes públicos. Nada menos que trece puntos más que el malestar que se reflejó en mayo de 20011, que fue cuando estalló el movimiento del 15-M, sin duda la fecha más representativa de ese fastidio general.

Sesión de maquillaje de uno de los actores que representaron el ‘Kijote’ en el Niemeyer. Foto: Marieta

A nivel local se supone que se participa de esa misma sensación, solo que nuestros políticos tienen una mayor incidencia en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana y por eso a veces, observando algunas cosas, uno tiene la percepción de que si se hiciera una encuesta es probable que una mayoría pediría que, ya que no hay solución para algunos de los problemas que nos acucian, al menos que nuestros políticos no ‘enredaran’. Mejor quietos. Tres ejemplos.

La próxima semana, del 4 al 7, se va a poner en marcha un nuevo «invento» en cinco plazas del casco histórico, por iniciativa del Ayuntamiento de Avilés y, lo que es más sorprendente, la sección de hostelería de la UCAYC. En resumen: cada hostelero ha recibido una invitación para que pague alrededor de 600 euros y se instale con una caseta en una de esas plazas del casco histórico para vender agua, vino y cerveza. Cada uno de ellos presentará a la venta dos propuestas gastronómicas, una tapa o una ración, vamos. El precio será libre. Habrá conciertos musicales para animar el ambiente. Y uno se pregunta si ésta no es una forma de promover la competencia desleal entre hosteleros que se van a ir con una caseta a una plaza para arañar el mercado al profesional que tiene en ese mismo espacio su bar fijo, que paga sus impuestos, por su terraza, que vela por su limpieza, y que con esa modalidad se expone a que su bar se convierta en el urinario público de las casetas e incluso el que pone sus terrazas a disposición de todos los clientes, los propios y los ajenos.

¿No sería más lógico que esa propuesta gastronómica, esos conciertos de música de animación de las calles y de las plazas se hicieran contando con el concurso de los hosteleros fijos de cada plaza, en sus propios establecimientos, y se hiciera una campaña de promoción como es debido para invitar a la gente a estar en la calle? Los hosteleros ya padecen en su propia cuenta de resultados competencias que rayan lo desleal con propuestas cuasi particulares como el Intercéltico de este año en Las Meanas o el Festival de la Cerveza dentro de unos días, como para que ahora, desde el Ayuntamiento y desde la propia UCAYC, se les ponga en la disyuntiva de aceptar un gasto de 600 euros para hacer la competencia a otros profesionales o en el mejor de los casos para intentar ganar algo de lo que seguramente pueden perder en sus propios establecimientos con este invento.

Segundo. Si un vecino de Sanlúcar estuviera tomándose una manzanilla en la Plaza del Cabildo, se conectara a internet y leyera que las fiestas de San Agustín de Avilés han sido declaradas por el Pleno del Ayuntamiento «libres de agresiones sexistas» y que se debe de luchar contra «piropos no deseados, insultos, tocamientos o acoso», ese vecino diría de forma inmediata: «Estos de Avilés están ya como en Pamplona con los Sanfermines, tienen un problema serio de agresión a las mujeres». Si a los dos días vuelve a conectarse y lee, al hilo de esa misma información, que un grupo se ha reunido y ha propuesto, entre otras cuestiones, organizar patrullas de mujeres para salir a la calle con el fin de prevenir ataques sexistas, el mismo vecino de Sanlúcar diría: «Estos de Avilés están para encerrar».

Moción presentada en el Ayuntamiento de Avilés por IU, Somos y Ganemos. Y aprobada por unanimidad gracias a un PSOE –equipo de Gobierno– y a un PP que prefieren «no molestar» que poner pie en pared y clamar que ya está bien de ocurrencias. Uno: Avilés es modelo en defensa de los derechos y protección de la mujer. Dos: jamás en las fiestas de San Agustín ha habido denuncias de un maltrato a las mujeres y mucho menos por una violación.

Y tercero. Un auto judicial ha dejado ya las manos libres a la concejala de Cultura, Yolanda Alonso, para que por fin pueda cumplir el que parece ser uno de sus objetivos, a la vista de su forma de proceder: cesar a la directora del Conservatorio. El auto judicial está basado en una declaración técnica realizada por el gerente de Cultura, Abel Arias, que el 3 de junio dijo ante todo el claustro de profesores del Conservatorio que la sentencia que anulaba la convocatoria de la plaza de director era «nefasta» para los intereses del Ayuntamiento y para el Conservatorio; el mismo que días después, por orden de la concejala, le dijo a la directora: «o cesas o te echamos»; el mismo que de forma ilegal convocó un claustro de profesores, saltándose la ley educativa; y el mismo, en fin, que por orden de la concejala, le dice al juez que ejecutar la sentencia –cesar ahora a la directora y traer uno nuevo de fuera para sustituirla– no es lesivo ni para los intereses del Ayuntamiento, que deberá pagar, ni para el Conservatorio, que tiene ya el curso prácticamente diseñado.

El representante de USIPA, Manuel Mendoza, que defiende los intereses de una de las profesoras que recurrió la ejecución de sentencia, pudo dar en su denuncia pública con una clave: ¿Esta fijación de la concejala de Cultura con este asunto del Conservatorio y su directora tendrá algo que ver con una vendetta personal contra el anterior concejal, Román Antonio Álvarez, bajo cuyo mandato se hizo la convocatoria pública para sustituir al anterior director del Conservatorio? A lo mejor en el PSOE avilesino tienen algo que decir.

Lo dicho. Casi era mejor que determinados políticos descansaran.

 

Melca y el Centro Niemeyer

Lo que está sucediendo en el seno del Grupo Melca, con un feroz enfrentamiento familiar, reúne todos los ingredientes para el guión de un culebrón venezolano. La cuestión no debería ir más allá de las consecuencias que esa crisis pudiera generar en el entorno de José Luis García Arias y su familia. El problema es que el Grupo Melca da empleo directo a 150 trabajadores y mantiene en pie del orden de quince sociedades, con todo el entramado de clientes y proveedores de todo tipo que genera su propia actividad. Por eso, a nadie debería extrañarle la preocupación que un grupo de trabajadores expuso el pasado lunes con motivo de la reunión de la junta de accionistas del grupo. El problema de ellos no es el reparto de dividendos ni un reparto de poder, es simplemente su trabajo. Nada más y nada menos que su puesto de trabajo.

Y cierre para el Patronato del Centro Niemeyer, que el jueves mostraba sus satisfacción por los resultados y por haberse convertido en un centro «de proximidad». Ya hace tiempo que se dijo: una casa de cultura bis. Lo de la comparativa con el año 2011 (de marzo a septiembre) suena a broma. La programación de verano que ha hecho público el propio centro ahorra cualquier comentario.

 

Artículo publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 31 de julio de 2016

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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