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José María Urbano

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El valor de la promoción

Avilés debe profundizar en mejorar sus fortalezas, pero también en saber venderlas para aprovechar todas las sinergias

Una de las cosas más importantes que deberíamos valorar en esta ciudad y que tan bien conocemos los que hemos transitado por los tiempos complicados de la madre de todas las reconversiones, como fueron las industriales de los ochenta y los noventa –la global de 2008 aquí nos cogió con parte de los deberes hechos, aunque sus efectos también hayan sido devastadores en algunos casos– es la de haber definido con bastante acierto el camino que queríamos recorrer y los objetivos que nos debíamos de marcar.

Séneca ya nos advirtió que «no hay viento favorable para el que no sabe a dónde va». Y en ese sentido, en esta ciudad, en donde proliferan más de lo deseado determinados círculos del «todo está mal» por un lado, y los de la simple ignorancia por otro por parte de algunos que acaban de llegar para salvarnos y, como ya he repetido en más de una ocasión, todavía no saben casi si algunas puertas se abren empujando o tirando, tenemos la ventaja de que nuestro particular túnel sin salida nos obligó a analizar, estudiar, profundizar en nuestras debilidades y fortalezas, y a partir de ahí decidir hacia dónde debíamos dirigirnos.

Detalle de una de las procesiones de la Semana Santa avilesina. Foto Marieta

Esta semana ha servido para fijarnos en dos circunstancias que nos permiten valorar esa idea de que existen políticas en marcha que no sólo funcionan, sino que se van enriqueciendo a medida que la experiencia nos sigue ofreciendo márgenes de mejora.

La Semana Santa/Fiestas de El Bollo se han convertido en Avilés –aprovechando una tradición que siempre estuvo ahí– en una de las fechas fijas del calendario anual en el que el sector servicios es el gran beneficiado, junto con la magnífica oportunidad para que la ciudad siga ganando adeptos entre quienes nos visitan por estas fechas. Y además, en una doble dirección. Por un lado, en el aspecto meramente turístico, y por otro en el de labor de promoción de la ciudad como un lugar apetecible para vivir y para ser capaz de atraer nuevos proyectos personales y empresariales.

Ha habido en ese sentido una labor muy importante, que es la más difícil seguramente, y que consiste en haberse metido en ese circuito de poblaciones que son capaces de ofrecer una Semana Santa con un cierto renombre, objetivo siempre complicado en un país como el nuestro en el que cada rincón es capaz de exhibir una tradición de años, y ya no digamos si la comparativa hay que hacerla con Castilla o de Despeñaperros para abajo. Ahí hablamos ya de palabras mayores.

Hecho lo difícil, queda un margen de maniobra que merecería la pena asumir para profundizar en él: el de una mejor y mayor promoción. Si Avilés ha conseguido tener la mejor Semana Santa de Asturias, ¿por qué no se consigue que todo el mundo en el Principado, la población, las administraciones públicas, los medios de comunicación lo asuman como algo natural? Nadie discute las citas de los caballos en la playa de Ribadesella, ni el festival de la sidra de Gijón, ni el Día de América en Asturias en Oviedo, ni el festival del Cabrales, por poner algunos ejemplos reconocibles por todos.

La Semana Santa de Avilés, unida a esas fiestas de El Bollo que van encadenadas debería ser el objetivo de una promoción que merecería la pena llevar más allá de Pajares y desde luego fijarla como una de las citas imprescindibles en Asturias.

Mañana se va a intentar que la Comida en la Calle –otra historia singular y de éxito– entre en el Libro Récord de los Guinnes por el número de comensales en la calle. Si se consigue y aunque a algunos también estas cosas les levante alguna roncha, sin que se sepa muy bien porqué salvo por ese prurito de oponerse a todo, tendremos un elemento más de apoyo, no sé si muy importante o poco. Pero estaremos ahí, alguien hablará de ello.

Al final redundará todo en la potenciación de un sector servicios, ligado a la hostelería, que es el que nos debe dar una de las claves de esta promoción: la creación de empleo, la fijación de población y la oportunidad de nuevos negocios. Riqueza en suma.

El pasado 12 de enero, LA VOZ DE AVILÉS publicaba los datos recogidos por el Instituto CIES (Ciencias e Ingeniería Económica y Social) en el documento que sustenta el Plan de Emprendimiento para los próximos tres años, y tras reseñar que la industria y los servicios especializados han ganado peso en la economía de la ciudad durante la crisis de 2008, sostenía también las posibilidades de crecimiento que se abren en el sector servicios. El 27,7% del VAB (Valor Agregado Bruto) de Avilés lo aporta el sector industrial, siete puntos por encima de la media regional. La construcción, que es el sector más afectado por la crisis prácticamente tiene el mismo peso en Asturias que en Avilés, mientras que el sector servicios aporta al VAB avilesino cinco puntos menos que la media del Principado, el 65% frente al 70%.

Hay espacio por lo tanto para el crecimiento y para profundizar en esa línea de promoción que nunca debe dejar de ser ambiciosa hasta en los más mínimos detalles. Como sucede en los grandes emporios industriales, hay un tipo de deslocalización tan dañina como la que se produce cuando los centros de producción cierran en un territorio en busca de otros con mejores condiciones para asegurar mayores rentabilidades: la deslocalización silenciosa, esa que consiste en la inacción que irremediablemente desemboca en la rutina primero y en la desaparición finalmente.

Las cosas que funcionan

El jueves desvelaba LA VOZ DE AVILÉS los datos del albergue de transeúntes de nuestra ciudad: seiscientas personas durmieron el año pasado en el Centro Municipal de Atención a Personas sin Hogar, casi un diez por ciento menos que en 2015. De los 668 usuarios de aquel año se pasó a los 598 del pasado, setenta menos. Un drama en todo caso que nos golpea a diario con la realidad que viven muchos de nuestros conciudadanos. Y con algún dato preocupante, como el de la presencia en el centro de gente más joven, de entre 18 y 29 años.

Pero a la vez, frente al dramatismo de la situación de estas personas, hay algo que nos tiene que reconfortar: saber que vivimos en una ciudad en donde sus responsables políticos llevan desde hace años sabiendo situar el área de Bienestar Social –dirigido sin tacha por la concejala Yolanda Alonso desde el anterior mandato– como un referente incluso a nivel nacional, al que se une desde hace ya bastantes años algo que para algunos empieza a ser ahora novedoso: la inclusión de cláusulas sociales en la contratación pública que mejoran el acceso al mercado laboral de personas en riesgo de exclusión.

Dos aspectos, en suma, el del sector servicios y el de bienestar social que deben animarnos a reconocer con Séneca que el viento siempre nos será favorable mientras sepamos a dónde vamos, sin que eso impida profundizar más en esas políticas para mejorarlas.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 16 de abril de 2017

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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