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José María Urbano

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Avilés debe decir basta

Avilés fue China durante muchos años medioambientalmente hablando. Desde que en los años 50 se levantó la antigua Ensidesa esta ciudad asistió y consintió una degradación que tuvo su máximo exponente en la destrucción de una ría idílica y en una atmósfera que provocó los titulares que nos hicieron famosos en todo el país: las enfermedades pulmonares, las placentas negras, la declaración de Zona de Atmósfera Contaminada, la destrucción de la vida marina… Todo ello, consentido por una reglamentación inexistente y, no lo olvidemos, dado por bueno porque a cambio aquí llegaron miles de familias de toda España, en donde encontraron cobijo y trabajo, asegurando su futuro y el de sus hijos.

Es la historia de Avilés, nos guste más o nos guste menos. Sólo a partir los años setenta y ochenta, con el advenimiento de la democracia, se empezó a tomar conciencia del problema que supone una actividad industrial altamente contaminante, sin ningún tipo de regulación ni de obligación.

Avilés pasó a ser la ciudad más contaminada de España a la ciudad más controlada mediombientalmente del país. Y sólo cuando de verdad se tomó conciencia del problema –con un Colectivo Ecologista al que hay que reconocerle su liderazgo en la labor de denuncia permanente, más allá de algunas exageraciones–, la ciudad empezó a recuperarse. Y así se sucedieron los planes de Valliniello, Zeluán, el cierre de Productos Dolomíticos, la eliminación de los lodos siderúrgicos, la recuperación de la ría, el saneamiento integral –aún inacabado de una forma que nos avergüenza a todos por falta de voluntad política– y sobre todo el cierre de una cabecera siderúrgica que nos liberó de los hornos altos y de todo su proceso productivo, incluido el de sinterización.

De aquella vieja cabecera siderúrgica sólo nos quedó como legado las Baterías de cok, en plena fachada de un paseo de la ría recuperado, unas instalaciones que en la Europa de hoy difícilmente tienen cabida en sus actuales condiciones, aunque aquí, una vez más, se aceptó como el mal menor que nos permitía mantener una plantilla de trabajadores en activo –menos numerosa de la que siempre vendieron los sindicatos y se jaleó desde otros ámbitos– y durante un tiempo un negocio exportador del que se beneficiaba el puerto.

Pero ahora, con una prórroga que viene de 2007, con un nuevo convenio que la asegura hasta 2017 e incluso la puede llevar hasta 2020 –aunque haya sido la propia empresa la que haya fijado su cierre para 2019– Avilés debe decir basta. Ya no hay tiempo para inversiones en mejoras de la instalación. Así que ni ArcelorMittal, ni ninguna Administración puede pensar que un hecho grave como el del lunes va a poder repetirse. La multinacional siderúrgica tiene el remedio: a lo mejor tiene que cargar sus necesidades de cok a su cuenta de resultados, vía importación. Pero ya nunca jamás a la de la salud de los avilesinos.

 

Publicado en La Voz de Avilés el día 26 de abril de 2017

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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