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José María Urbano

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Perplejidad y fracaso

Al dislate catalán, al aprovechamiento de algunas formaciones políticas, se une esta semana el fracaso de la Universidad para dar respuesta a las necesidades de las empresas

Cuando empiezo a escribir ese comentario dominical en el pequeño despacho de casa suena (http://radio.garden/live/)  la música de Radio Sonera, de Santiago de Cuba, que en este momento traslada a sus oyentes su mensaje habitual desde «la capital cultural del Caribe». Podría cambiar a golpe instantáneo de clic los ritmos caribeños por el rock de Lower Hut, de Nueva Zelanda; o los sonidos de Radio Vazo Gasy, de Tomasina, Madagascar. El mundo musical a través de sus emisoras de radio a golpe de clic.

Por eso, el contraste cada minuto es más brutal. Uno llega de un mes de vacaciones y se da cuenta que de poco sirve el intento de analizar nuestra realidad más cercana, que es la que nos corresponde desde la cabecera histórica de un periódico local-comarcal, si todo el mundo tiene la mente puesta en ese rincón de este país en donde uno descubre, minuto a minuto, la deriva de un personaje, el president Puigdemont, pero sobre todo la demagogia, la frivolidad y la inconsistencia de organizaciones que hasta ahora han gozado de una amplia confianza general tras haber protagonizado en los últimos cuarenta años buena parte de la modernización y el espectacular avance de este país. Hay formaciones políticas, líderes de nuevo cuño de los que no esperas absolutamente nada, anclados en la inanidad, representados, por ejemplo, por ese epítome de la mediocridad de nombre Alberto Garzón, que aparece en todas las ruedas de prensa dos pasos por detrás de Pablo Iglesias, exhibiendo esa sonrisa seráfica del que sabe que su papel se limita a complementar el atrezzo del escenario.
En cambio, en toda esta historia de ese golpe a la legalidad en Cataluña al que asistimos en las últimas semanas sorprende la posición de un PSOE que va a lo suyo –mejor dicho, a las ansias de su líder–, con una calculada ambigüedad y con peticiones extemporáneas, sin importarle que este país se encuentra ante el mayor desafío desde al advenimiento de la democracia; y unos sindicatos, UGT y CCOO, que deberían explicar a sus afiliados del conjunto del Estado –incluidos los de Cataluña– qué es eso del «paro de país», y que se lo digan a los millones de afiliados y trabajadores en general que salieron a la calle cuando se hizo necesario para conseguir las ventajas sociales y laborales que se alcanzaron desde la dictadura hasta aquí, hasta que llegó una crisis global (2008) y un Gobierno del PP que se llevó por delante buena parte de los logros y derechos que había costado sangre, sudor y lágrimas conseguir.

Se podrá censurar al Gobierno que no ha hecho bien determinadas cosas –entre otras, su gran derrota de la imagen del 1-O, dentro y fuera del país, o su falta de visión de que en Cataluña llevaban muchos meses, quizás años, preparando al milímetro cada uno de sus pasos para tratar de sacar adelante este desafío: o su nula percepción de que en Cataluña llevan años advirtiendo de que su relación con España no les gusta–, pero tratar en este momento de aprovechar políticamente –y hasta personalmente– lo que simplemente es un golpe a la legalidad que nos obliga a todos, que nadie dude que va a tener en el futuro su reflejo en las urnas. Que tome nota el PSOE. Y que UGT y CCOO empiecen a explicar la posición de sus líderes en Cataluña, que en el caso del sindicato ugetista coincide con su secretario general estatal, el asturiano José María Álvarez (Josep para ellos, Pepe para nosotros, según la propia UGT).

Por todo ello, no deja de ser sorprendente que mientras a golpe de clic uno se traslada a la plaza mayor de Santiago de Cuba para escuchar sus invitaciones musicales, aquí haya quien, después de años de intoxicación consentida, decida la imposición de fronteras y que quiere irse por encima de la ley, incluida la de su propio estatuto, para satisfacer un ansia nacionalista basada en la manipulación y en la mentira, que ha desembocado en el odio a todo lo español por parte de muchos catalanes.

 

Carencia local

Dicho lo anterior casi por obligación, porque no se entendería hablar de cuestiones internas sin reparar antes en la gravedad de la situación del país, después de un mes en la distancia uno llega a Avilés y se encuentra, como es lógico, con casi lo mismo que dejó.

De todas formas, por ir a lo sustancial, ha habido en las últimas semanas una noticia que debería inquietarnos como ciudad, mientras la Universidad de Oviedo tendría que tomar nota.

ArcelorMittal se ha visto obligada a lanzar una segunda convocatoria para tratar de cubrir las diez plazas que ya había ofertado en el mes de mayo para el Centro Global de I+D de Asturias (Avilés) y que quedaron sin asignar al no encontrar entre los candidatos el perfil exigido.

centro-global

Se trata de plazas para las que se exige una titulación universitaria relativa a Informática, Telecomunicación, Industriales, Minas, Ciencias, Matemáticas o Física, con experiencia en Inteligencia Artificial, Optimización Matemática y Ciencia de los Datos.

Alguien podría pensar que las condiciones no son demasiado atractivas, pero no parece que ese sea el problema. De entrada, se pasaría a formar parte de la plantilla del Centro de I+D más relevante del líder mundial del acero, ArcelorMittal. Se les daría a los seleccionados una formación relativa al acero que no iban a encontrar en ninguna otra empresa global. Su contrato sería de 24 meses, con posibilidad de quedarse, mientras que su trabajo se desarrollaría en un entorno internacional (Francia, Bélgica, entre otros), exigiéndose disponibilidad fuera de nuestras fronteras del 50 por ciento.

Deberíamos reflexionar todos qué es lo que sucede en una comunidad autónoma (visto lo visto, un país en toda regla; que no falte el humor), que lleva años haciendo trabajos de campo sobre las cuestiones que nos acucian, entre las que siempre ha resaltado la importancia de que la Universidad de Oviedo dé respuesta a las necesidad de las empresas asentadas en nuestra región, tanto las implantadas como las que en los últimos tiempos han dado un salto cualitativo espectacular en nuevos sectores estratégicos como el TIC o en la denominada ‘Industria 4.0’.

Nos pasamos el tiempo lamentándonos por el talento que se va y el que queremos recuperar, y nos encontramos con que no somos capaces de cubrir determinados perfiles laborales en nuestra propia casa. No sé si somos conscientes, como ciudad, como Avilés, de lo que perdemos cada vez que a estos niveles e incluso más bajos, en el la de la FP, tenemos que recurrir a licenciados y a técnicos de fuera, perdiendo así la posibilidad de afrontar otro grave problema: el de la incapacidad para asentar población en una ciudad que sigue perdiendo habitantes años tras año.

La Universidad debe dar sin dilación pasos en un asunto que no tiene solución a corto plazo, mientras urge que Principado, agentes sociales y empresas articulen las bases de una FP dual que responda de verdad a las necesidades de los sectores productivos y deje formados a especialistas de alto nivel.

Publicado en La Voz e Avilés el día 8 de octubre de 2017

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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