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José María Urbano

Dame buenas noticias

LAS HISTORIAS QUE NOS CUENTAN

 

Huidas a Suiza, vanas lecciones a los pensionistas y el espíritu perdido del Centro Niemeyer nos llevan a la perplejidad

 

Tengo que preguntarle a mi amigo Juanjo Jambrina, el padre del ‘Modelo Avilés’ sobre el tratamiento asertivo comunitario para personas con trastornos mentales –premio de LA VOZ DE AVILÉS en 2012– si su departamento se ha visto desbordado en los últimos tiempos. Y lejos de mí el querer frivolizar sobre un asunto tan serio como éste, pero presiento que entre los efectos de una crisis económica que sigue pegada a nuestro día a día, pese a la propaganda del Gobierno, y el bombardeo diario de mensajes y consignas que amenazan nuestra propia estabilidad emocional, habrá aumentado el número de casos de personas con una cierta predisposición a la melancolía, cuando no a la depresión.
El ciudadano de Avilés no es ajeno a las noticias del último cuarto de hora, cuando una heroína de la independencia de Cataluña como Marta Rovira, la de los sollozos en ‘prime time’ cuando Puchi decidió tomarse las de Bruselas, huye de España para no tener que comparecer ante el Tribunal Supremo y se instala en Suiza –hay que reconocer que tienen gustos caros estos ‘exiliados’– y dice, refiriéndose a su hija, que «el exilio me permitirá hacerle de madre (sic), se lo merece». Enternecedor. Hasta Ada Colau, esa estrella de la coherencia para sus amigos de cruzada, el paradigma de la ambigüedad más obscena para la inmensa mayoría, interrumpió el pleno del Ayuntamiento de Barcelona para mostrar su «tristeza» por el viaje emprendido por Rovira.
Otro mito que se nos cae partido en mil pedazos a los que nos enseñaron, a los que vivimos, que en defensa de unos ideales políticos lo único que no se puede perder es la coherencia y la dignidad. En Cataluña, de Pujol a Rovira, harían bien en estudiarlo. Por ejemplo para concluir que la última fugada del ‘procés’ no está siendo procesada por defender políticamente la independencia de Cataluña, sino por un delito de rebelión para el que el Código Penal contempla penas de prisión de entre 15 y 25 años.
Dicho sea esto último, lo de la coherencia y los ideales políticos, desde la atalaya en la que se sitúa gente de una cierta edad que asiste escandalizada a esa súbita marea de comprensión y de ‘acompañamiento’ a los pensionistas que exhiben esos nuevos partidos de izquierda que venían a salvarnos a todos, cuando hasta hace un par de aperitivos los situaban en el ‘Régimen del 78’. Y ahora ocupan las primeras plazas tras las pancartas y les siguen asfixiando en la redes sociales, en donde, definitivamente hay que reconocerlo, son los reyes del mambo, insultos incluidos.pensionistasparablog

Están tan obsesionados con repetir el esquema del 15M que a pesar de ocupar escaños destacados en el Congreso de los Diputados, que es donde se pueden cambiar las políticas y las leyes, han caído en una trampa infantil: reducir el problema de las pensiones a la subida del 0,25 por ciento que nos anunció la ministra Fátima Báñez. Y se olvidan que lo del 0,25 es una anécdota, porque el problema de fondo, el único importante, es otro: la sostenibilidad del sistema público de pensiones, que es el que hay que garantizar para las próximas generaciones y evitar que de nuevo las empresas del Ibex 35 y las grandes corporaciones bancarias arruinen otro derecho alcanzado con sangre, sudor y lágrimas y lo sustituyan por su negocio, el de los planes de pensiones privados, con la complacencia de esa Unión Europea que una vez más actúa como la unión de los mercaderes.

Esta nueva izquierda tiene un problema, que es el de no saber medir la fuerza de una marea de pensionistas que no solo representan de la forma más genuina y orgullosa el ‘Régimen del 78’, sino que conocen como pocos la forma de marcarse unos objetivos y conseguirlos, sin necesidad de que vengan ahora los máximos beneficiarios de ese mismo ‘Régimen del 78’ –gente absolutamente privilegiada por el mismo sistema que tratan de denostar, cuando no derribar– a decirles lo que es la reivindicación, la presión en la calle, la negociación y la asunción de los éxitos y hasta de los fracasos.

A modo de ejemplo para estos nuevos revolucionarios de moqueta y del bolívar venezolano ‘reconducido’ –al que le quitamos tres ceros y convertimos 250.000 bolívares en 250 ó 16 millones en 16.000, vamos, que ni los dibujos animados–, ha pasado bastante desapercibido a mi modo de ver el cincuenta aniversario de las movilizaciones estudiantiles en la Universidad de Santiago de Compostela, un movimiento estudiantil que supuso en marzo de 1968 un desafío en toda regla al sistema dictatorial, con un encierro de más de mil estudiantes en el edificio central de la Universidad, desalojados al tercer día por la Policía Armada, los grises que todos recordamos y algunos padecimos, mientras los estudiantes cantaban el ‘Venceremos nos’, convertido en el himno de la revolución estudiantil. Pues bien, aquel movimiento, que supuso la eliminación del antiguo SEU y su sustitución por el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad Galega (SDEUG), y que tuvo como consecuencia inmediata el cese del Rector y el traslado del Decano, tuvo como líderes estudiantiles a políticos que hoy pueden ser insultados impunemente por el primer imberbe que pasa por ahí tratando de reescribir la historia. Nombres como Vicente Álvarez Areces, delegado del SDEUG de la Facultad de Matemáticas, Pérez Touriño, Martín de Hijas, Francisco Cerviño o Cándido CondePumpido figuran ya en las páginas de la historia de aquellas movilizaciones de 1968 ( !!!! ) que buscaban al final de la dictadura.

Va a ser difícil que aquel espíritu, que es el que asumieron las generaciones siguientes, se vaya a dejar manipular a cuenta de las pensiones por un grupo de teóricos que desde una situación privilegiada tratan de decirles a los que peinan canas lo que es la pelea por el mantenimiento de un derecho adquirido a base de ganar batallas políticas y sindicales.

IU da en el clavo

Hay que reconocer que el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez, y el director general del Centro Cultural Internacional Centro Niemeyer, Carlos Cuadros, tienen la rara habilidad de provocar la sorpresa cada vez que hablan. Y dejémoslo ahí: sorpresa. A la hora de presentar los resultados de 2017, el primero dijo que los datos del número de visitantes no importan demasiado porque a fin de cuentas el Niemeyer es «el centro de salud del alma». Y el segundo señaló que la captación de nuevos patronos para la Fundación «no es prioritario». Es más, dijo que «pensar que esto es la panacea es una falacia».

Izquierda Unida, al margen de pedir la dimisión del viceconsejero por sus palabras, hizo pública este viernes una nota de prensa al respecto que no deja el mas mínimo resquicio para la duda. Su argumentación es impecable –siempre lo ha sido en este tema– y vuelve a exponer las cuestiones básicas del Centro Niemeyer como proyecto básico para Avilés: el concepto de centro cultural internacional, motor de desarrollo económico, polo de atracción del turismo, la necesidad de una programación ambiciosa y singular con categoría internacional, que no absorba y minimice la importancia del teatro Palacio Valdés o la Casa de la Cultura…

Y luego, ya, si eso, sacamos a Aristóteles a pasear y que sea un ‘centro de salud del alma’ para el que lo necesite.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 25 de marzo de 2018

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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