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José María Urbano

Dame buenas noticias

DE LAS MUSAS AL TEATRO

Tres ejemplos de talento y esfuerzo empresarial en una Asturias en donde la teoría de los discursos oficiales no pasa en muchas ocasiones de las buenas intenciones

Un grupo de técnicos escoceses viaja a Asturias para conocer el mayor proyecto de geotermia que se ha realizado en España con el fin de reproducirlo en su país. Un suplemento semanal de un diario nacional nos descubre la startup de un joven madrileño que ha «inventado» un sistema llamado a revolucionar la vida de los diabéticos. Una gran empresa del metal ha estado a punto de descorchar el champán esta misma semana porque tras una espera de año y medio le han dado por fin el alta de la red de electricidad para las naves en las que desarrolla sus procesos de fabricación de productos que llegan prácticamente a clientes de los cinco continentes.

Tres noticias que pasarán desapercibidas y que tienen como nexo de unión Asturias como referente físico, y en las tres un cierto desencanto por lo que pudo ser y no fue o por lo que debería ser y no es. Asistimos en los últimos tiempos a grandes discursos que se pronuncian en jornadas, foros y actos institucionales en los que, aparte de una construcción muy cuidada y hasta efectista, nos deja al final con ese sabor de boca de quien espera disfrutar con un gran manjar y descubre que al llevarlo a la boca es pura apariencia insípida.

Magna Dea es una ingeniería asturiana, con sede en Oviedo, especializada en el sector de la hidráulica y la energía. Un buen día se encargó de desarrollar y dirigir un proyecto para el Grupo Hunosa que consistió en reutilizar el agua del pozo Barredo para la total climatización del Hospital Álvarez Buylla de Mieres, un avance que se ha explicado como novedad en la Escuela de Minas. Considerado ya como el mayor proyecto de geotermia de España, ahora unos técnicos escoceses quieren trasladarlo a su país.

 

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Francisco García Carro, que es la cabeza visible de Magna Dea, fue hace unas pocas semanas el único técnico español en acudir a Dinamarca para dirigir una sesión en el congreso medioambiental más importante de los que se organizan en Europa, el EUBCE 2018, y a su vuelta nos deleitó con un artículo en las páginas de este periódico en el que de una forma sencilla trató de mostrar la importancia de lo que se había tratado en la capital danesa respecto a la valorización de residuos, un asunto éste que en Asturias ha provocado ya ríos de tinta.

La participación de García Carro en Copenhague, en donde se presentaron novecientos estudios y participaron 3.500 autores, no fue fruto de la casualidad, sino que respondió al interés que el año anterior había despertado la exposición realizada por Magna Dea sobre otro de sus proyectos, Biohidrogás, que básicamente consiste en la obtención de hidrógeno a partir de residuos orgánicos, incluidos aceites.

En las últimas semanas asistimos a un debate intenso sobre el cierre de las centrales térmicas de carbón, un asunto de relieve en Asturias de todos conocido. Pues bien, a nadie se le ha escuchado una sola idea sobre qué podemos hacer con esas centrales térmicas. Nadie se ha atrevido a decir que ese cierre de las centrales, cuando se produzca, puede ser una extraordinaria oportunidad para implantar la llamada economía circular en Asturias, convirtiendo esas instalaciones, por ejemplo, en centros de valorización de residuos, porque de la misma forma que ahora se quema carbón para la obtención de energía, ¿nadie se ha planteado obtener esa energía con un planteamiento distinto? ¿No puede ser ésta una buena forma de iniciar un plan efectivo de reindustrialización de las Cuencas, o vamos a seguir hablando de fondos mineros?

Hace cuatro-cinco años se estudió en Asturias un proyecto llamado a revolucionar el tratamiento de la diabetes. Básicamente consistía en el diseño de un nanosensor que calculase el nivel de glucemia, que llevaría un dispositivo inteligente de liberación de insulina y éste se activaría al recibir las órdenes tras un procesado de datos. Se hablaba de una especie de parche que llevaría pegado el paciente, sin que éste tuviera que preocuparse más de medir su nivel de azúcar ni de tener que ‘pincharse’ para inyectarse la insulina. Un ‘milagro’.

El proyecto, bastante avanzado, se truncó por un problema administrativo. Unos trámites no realizados en el mes de agosto (estamos de vacaciones, of course) dieron carpetazo a la idea.

La semana pasada, un suplemento de ‘El País’ nos presentaba el logro de un joven madrileño, Eduardo W. Jorgensen de Vizcarrondo, fundador de una startup de nombre Medicsen, que ha obtenido el respaldo unánime del jurado del EU Startup Summit 2018, el congreso del sector más prestigioso de Europa.

Este el resumen del relato: «Medicsen ha diseñado un ‘wearable’ que inocula la insulina sin necesidad de aguja con el formato de un parche inteligente de pequeñas dimensiones. Dicho parche se comunica con la ‘app’ constantemente para liberar el fármaco cuando toque sin necesidad de que intervenga el paciente. La tecnología está afrontando los tests de laboratorio que permitirán su futura comercialización. De confirmarse su éxito, el impacto económico y humano será enorme. Solo en España, 5,3 millones de personas padecen diabetes tipo II. En el mundo se estima que la cifra supera los cuatrocientos millones de afectados, según la OMS».

La idea estudiada en Asturias hace cuatro-cinco años está en una carpeta. La misma idea de este joven madrileño se encuentra ya en el laboratorio para su comercialización. Tampoco aquí hacen falta más comentarios.

Esta semana, una empresa puntera de esta región, una multinacional situada en el top del ranking mundial de las energías renovables, obtuvo para su nueva nave de fabricación en Avilés el alta de la red de electricidad que había solicitado hace ¡¡¡17 meses!!! Menos mal que esa nave se encuentra en el corazón de un espacio industrial de primera magnitud, no en medio de un desierto. Durante este año y medio esa empresa ha tenido que funcionar con tres generadores las 24 horas del día con el coste, solo en gasoil, que eso ha conllevado. Por cierto, es la misma empresa que tardó más de dos años y medio en recibir la licencia para ocupar una parcela que le concedió la Autoridad Portuaria en los nuevos espacios de la margen derecha hasta que se resolvió un recurso presentado en contra por una cuestión medioambiental menor. Cada año tuvo que pagar más de 240.000 euros de renta a la espera de la licencia sin poder entrar en la parcela.

Son solo tres ejemplos que suceden aquí, en nuestra casa, en donde se sigue teniendo la sensación de que algo nos pasa en esta región que impide tomar esa velocidad de crucero que vemos en otros territorios cercanos.

Tras las invitaciones constantes de esos discursos citados a convertirnos en una tierra innovadora, se observa la realidad de muchas empresas y profesionales, dispuestos a poner su talento y su esfuerzo al servicio de la comunidad, pero al final se encuentran con que esas administraciones que nos obsequian con sus mensajes son las mismas que no dan el salto necesario para pasar de las musas al teatro, o lo que es lo mismo, de la intención a la acción y de las buenas intenciones a los resultados.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 1 de julio de 2018

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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