La entrevista de LA VOZ a Ramón Arbesuk nos recuerda, en medio del griterío de las redes sociales, que no es justo el olvido con algunas personas que se entregaron por la ciudad
Publicar algo en las redes sociales empieza a ser una actividad de alto riesgo. Haga la prueba. Escriba simplemente ‘hola’ y apueste doble contra sencillo a que va a salir, ofendido, algún espontáneo dispuesto a demostrar que ese ‘hola’ sobra porque no está el «‘horno’ (se dice de otra manera, pero apuesto por el decoro) pa farolillos’». El domingo pasado escribí en esta misma sección sobre el problema que para la flota pesquera de Avilés, para su puerto, supone el cierre adelantado de la costera del bonito. Y como complemento del artículo de fondo, me referí a las dos personas mayores de la granja de Cancienes sobre las que ha caído todo tipo de acusaciones y hasta improperios por el estado de los animales –más bien sobre la limpieza de la instalación, como se encargaron de dictaminar los técnicos del Principado, que aclararon que vacas y caballos estaban bien cuidados y alimentados–. Y sugerí que, frente a los animalistas, primero hay que pensar en las personas y en sus derechos. Y en este caso en concreto, en las especiales circunstancias sobrevenidas que seguramente provocaron ese descuido en la limpieza. Concluía el artículo con una llamada a la reflexión sobre algunas cuestiones de las fiestas para mejorar su impacto en el turismo.
Pues bien, fue subir ese texto al blog personal ‘Dame buenas noticias’ (en el digital de elcomercio.es y lavozdeaviles.es) y su posterior eco en las redes sociales para que «al segundo» saliera el primer espontáneo protestando (gritando) por «mi osadía» de «echar la culpa a los animalistas del problema del bonito». Y a los dos segundos, ya surgió la primera voluntaria para sumarse a la causa, «suscribiendo de principio a fin» la reflexión de ese conspicuo observador que lógicamente no había leído ni la primera línea del artículo. En el hilo de la conversación, otro ilustrado me inquirió: «¿cóoooooomo, los derechos de las personas por delante de los de los animales, desde cuándo?» Por supuesto, cualquiera que haya leído ese texto sabe que en ningún momento relacioné el problema del bonito con los animalistas, que en cambio sí fueron citados en el caso de la granja de Cancienes.
Con este nivel de comprensión se hace difícil intentar exponer una reflexión –una opinión basada en datos, que es el lema de mi blog; aunque esté mal hablar de uno mismo hoy tengo que traicionarme– encaminada exclusivamente a tratar de aportar algo en positivo para el interés general.
Previendo y asumiendo algunas salidas de tono –que lo sentiría por el protagonista–, he de decir que celebré como un acto de justicia la entrevista que le hizo este periódico a Ramón Arbesuk el pasado día 12 de este mes. En esta ciudad parece que nos hemos acostumbrado desde hace años a dejar que personas que de forma desinteresada ofrecieron su esfuerzo y su dedicación en beneficio de los demás se vayan para casa en silencio, cuando no por la puerta de atrás. Y ello en una sociedad tan proclive al autobombo pueblerino y al homenaje gratuito, que hacen daño a la vista y a la inteligencia, mientras a otras personas se las ningunea e incluso se las denigra, como se ha tenido ocasión de comprobar recientemente con la infame campaña en contra de otorgar a Manuel Ponga, el primer alcalde de la democracia de esta ciudad, el nombre del parque de El Pozón, como habían pedido sus convecinos con una recogida de firmas.
Ramón Arbesuk fue un adelantado en su tiempo, hasta tal punto que la mayoría de sus ideas y sus iniciativas siguen hoy plenamente vigentes. Tras formar parte de la primera junta directiva de la Ucayc y dejada atrás la etapa más reivindicativa, Arbesuk se propuso como presidente un objetivo en doble dirección: defender los intereses de los comerciantes, pero a la vez incardinarse con la sociedad avilesina y ponerse a su disposición para tratar de salvar los años de plomo de las grandes reconversiones industriales, de la destrucción de empleo y las penurias de tantas familias.
En el primer caso profesionalizó la entidad que dirigía con la potenciación de asesorías fiscales y laborales para los asociados, tratando además de mejorar cada vez más la categoría de las sedes sociales de la entidad. Con una Cámara de Comercio en aquel tiempo más preocupada por sus «segundos apellidos», los de Industria y Navegación, de los que provenían la mayor parte de sus obligatorios y generosos ingresos, la Ucayc de Ramón Arbesuk logró la afiliación voluntaria y de pago de más de mil asociados y a partir de ahí no paró de innovar.
Se preocupó de la formación de los asociados, potenció el boletín informativo interno, para más tarde lanzarlo a la sociedad en general con los posicionamientos de la entidad en cada uno de los problemas de la ciudad. Y a partir de ahí se dedicó a crear infinidad de historias. Así surgió la Tarjeta Ucayc, la primera tarjeta privada de España de venta a plazos con soporte bancario –Mastercard nada menos en aquel tiempo– que ayudaba al comercio, pero también a las familias, que podían acceder a las compras a plazos en un tiempo de crisis total. Luego vinieron los demás, empezando por una «invasión» en toda regla de la tarjeta creada en Oviedo por parte de una agrupación de comerciantes que nadie fue capaz de saber cuál era su respaldo en número de socios, pese a presentarse con el rimbombante nombre de FAC (Federación Asturiana de Comercio)
Luego vinieron los Premios Ucayc, un referente anual en la sociedad avilesina. El Club Comercio Ciudad, una historia de descuentos y premios copiado hoy por todo el mundo, incluso fuera del ámbito comercial. De su gestión surgió también el Centro Comercial Urbano, embrión de las calles comerciales de hoy. Pero a la vez, Arbesuk fue un adelantado en el planteamiento del turismo comarcal y de su mano salieron a la calle las primeras guías turísticas y comerciales de Avilés y comarca. A él se deben las iniciativas de los Chigres Antroxaos y los Menús de Antroxu para potenciar el Carnaval de Avilés. Lo mismo que el concurso de escaparates de Navidad, o la creación de la Feria de Muestras de Avilés y Comarca (FEMAC)…
Arbesuk, es cierto, también cargó con la «culpa» de haberse opuesto a la instalación de El Corte Inglés en Las Meanas. Algo rotundamente falso. La Ucayc, en un tiempo de crisis galopante, con un comercio local herido de muerte, se opuso a la apertura de una gran superficie tipo Continente, que era lo que constaba en un proyecto que luego tumbó el Consejo de Estado al exigir al Ayuntamiento una compensación por el terreno público que se cedía para aquella propuesta. Por cierto: primero se rechazó en La Exposición una galería comercial «poco invasiva» que a cambio construiría de forma gratuita el campo de fútbol. Pero claro, los promotores eran de Avilés y se desechó, «no vaya a ser que alguno del pueblo fuera a ganar mucho dinero».
Bastantes años más tarde, Isidoro Álvarez, el patriarca de El Corte Inglés, visitó el edificio Melca en Las Meanas para ver la posibilidad de abrir allí unas tiendas Corty. Comprobó que no era viable por la dimensión del local y finalmente El Corte Inglés se abrió en su actual emplazamiento. Arbesuk, que seguramente cometió algunos errores, como cabe esperar de quien durante años se dedica a la gestión de una entidad, cargó más tarde con la «culpa» de que El Corte Inglés no estuviera en el centro de Avilés. Un discurso que parte de una falsedad, pero que además no puede plantearse hoy, con la mirada de 2018, para enjuiciar la situación, los condicionantes y las circunstancias del Avilés de hace cuarenta años.
Por eso digo que la entrevista de LA VOZ DE AVILÉS a Ramón Arbesuk del pasado día 12 es, ante todo, un acto de justicia a una persona que, a sus 81 años, aún sigue peleando por los demás.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 26 de agosto de 2018