Determinadas cuestiones del Conservatorio de Música de Avilés revelan hasta qué punto influyen en las personas y en la institución las decisiones que toman sus responsables
Se acabaron las vacaciones, sin que haya sentido el síndrome postvacacional. En realidad tengo que reconocer que nunca lo he sentido, pero en esta ocasión menos que nunca. Es más, debería celebrarlo. Tras estar quince días en Denia, hacer en ese tiempo casi 3.000 kilómetros en coche y realizar un viaje de vuelta de casi diez horas, a falta de escasos 300 metros para entrar en el garaje de casa ‘algo’ sucedió para que hoy pudiera contarlo sin rasguño alguno.
De repente un coche mediano, de color granate, conducido a una velocidad inapropiada en ese tramo por un joven pegado en ese momento a su teléfono móvil, se quedó a escasos centímetros de impactar casi de frente contra el nuestro. Un grito, un volantazo a la derecha –que inexplicablemente no se tradujo en un vuelco del coche ni en un impacto contra los que estaban aparcados a la derecha– y otro volantazo a la izquierda, me dejó en la mitad de la calzada con aliento suficiente para frenar, mirar por el espejo retrovisor y observar cómo aquel coche se daba a la fuga, aprovechando la recta de la calle Fuero.
Tu vida, el destino, el que crea en él, la casualidad, está claro que no dependen solo de ti, no todo está bajo tu control, ni mucho menos. Decía William Shakespeare que «el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos». Tengo todas las dudas de que sea realmente así y de que en ocasiones no haya alguien que pueda estar jugándolas por ti.
En este pasado mes de septiembre hubo varios ejemplos de personas y situaciones en las que las cartas no las jugaron ellos y en cambio padecen las consecuencias.
Solo me referiré a una de ellas. Hace unos días, la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Avilés filtró de forma interesada a un medio la noticia de que la sentencia en la que se dictaminaba la legalidad de la contratación del director del Conservatorio de Música de Avilés era ya firme al desistir el sindicato USIPA de presentar recurso.
Aparentemente se cierra un caso que se inició con un acoso laboral a la anterior directora de ese centro, Raquel García, que por motivos todavía no aclarados no sólo no fue defendida cuando encontró anónimos en la mesa de su despacho invitándola a renunciar, ni cuando alguien lanzó en la calle pasquines en contra de ella a la salida de un concierto –en ambos casos consta denuncia en Comisaría de Policía–, sino que se aprovechó una sentencia desfavorable para ella respecto a la oposición en la que se había impuesto a otro profesor para acelerar su descabalgamiento del cargo. «A todos nos llega la hora, mejor renuncias», llegaron a aconsejarle en despacho municipal. Este Ayuntamiento, tan proclive a gastar dinero público en recursos de sentencias de todo tipo, en este caso no lo hizo.
Ignoro si la concejala de Cultura Yolanda Alonso está muy satisfecha con que la sentencia que confirma la legalidad del actual director sea ya firme. Creo que no tiene muchos motivos para ello desde luego.
La falta de determinación por parte de la Consejería de Educación y Cultura y del Ayuntamiento de Avilés en este caso para concretar de una vez aspectos como el de las titulaciones de los profesores, las inspecciones educativas o el nombramiento de director y otros cargos directivos hace que queden en el aire aspectos importantes y hasta sorprendentes.
Por ejemplo, el actual director fue nombrado en comisión de servicio y ésta no se puede prorrogar como máximo por más de dos años, según recoge la Ley de Educación para los funcionarios de carrera. En cambio, el nombramiento de director se ha hecho por cuatro. Ya lleva dos. ¿Y ahora? Por otro lado, la normativa que acaba de fijar la sentencia firme señala que el director tiene que ser funcionario del cuerpo docente, pero también el jefe de estudios y el secretario, condición que no reúne ninguno de los dos actuales. El director decidió cambiar para este curso al jefe de estudios y al secretario que él mismo había nombrado, sustituyéndolos por otros dos profesores. Duraron un año.
El claustro de profesores obligatorio del mes de septiembre, justo antes del inicio del curso, no se ha celebrado. Denunciada la situación ante el inspector de Educación, éste ordena celebrarlo ahora (será mañana lunes) bajo el epígrafe ‘Subsanación de error’, una forma sibilina de esconder la ausencia de una cita clave para el curso, en la que se presenta la organización del mismo y que es obligatoria por ley. Eso sí, con los profesores no se reúnen, pero el día tres se convocó a los padres para explicarles esa organización (?).
La concejala de Cultura suma otras dos sentencias en contra, mejor tres. Dos profesoras, Lucía González y Raquel García han ganado en los tribunales su condición de profesoras ‘fijas’. Lucía González ganó en primera instancia en el Juzgado de lo Social, el Ayuntamiento recurrió y el TSJA volvió a dar la razón a la profesora. Raquel García también ganó en el Juzgado de lo Social, pero en este caso el Ayuntamiento, en vista de lo sucedido con su compañera, decidió no recurrir. La mayoría de la plantilla tiene la condición de ‘indefinidos no fijos’, lo que abre las puertas a que en una convocatoria de plazas futura puedan concursar profesores de todo el país en detrimento de los actuales.
Estas dos profesoras se ganaron en su día su condición de ‘fijas’ tras superar unas oposiciones oficiales. Otros funcionarios del Ayuntamiento de Avilés tienen la misma condición de ‘fijos’ sin haber pasado por esa oposición. Curioso.
La concejala de Cultura ha visto en las últimas fechas cómo su jefe de servicio, Abel Arias Castaño –el mismo que hizo un informe para decir que el Conservatorio podía estar sin directora (Raquel García), pero que luego dijo en otro informe que el nombramiento de director (Carlos Galán) era urgente para el buen funcionamiento del centro– ha abandonado el cargo «por desavenencias con la concejala», según ponen en su boca personas de las que se despidió. En todo caso, ninguna sorpresa para una edil que también se ha quedado sin los jefes de servicio de Educación y Bienestar Social, que son sus otras responsabilidades.
Mientras tanto, los juzgados se encargan de la denuncia de otra profesora a la que no se le han resuelto sus problemas de accesibilidad en el Conservatorio por sus dificultades de movilidad, largamente demandados sin obtener una respuesta adecuada. Nadie habla con ella.
Y dentro y fuera del Conservatorio se habla ya de ‘amiguismo’ y ‘club de amigos’. Jubilado el profesor de violoncello, se convocó una bolsa de empleo y obtuvo la máxima puntuación un cellista de Cantabria que forma parte del Trío Malats, curiosamente el grupo formado por el director del Conservatorio, Carlos Galán, el citado músico cántabro y un violinista que también obtuvo uno de los primeros puestos en la bolsa de violín. Lo que llama la atención en este caso es que el propio Carlos Galán formó parte del tribunal que calificó esas pruebas, cuando parece lógico que tendría que haber renunciado a formar parte del mismo en vista de la presencia de sus dos compañeros de formación musical privada. Seguramente los dos habrían ganado igual por su calidad, pero se habrían evitado los comentarios de amiguismo y una mancha más sobre el director del centro.
Hay más, bastante más, pero estas pinceladas son suficientes para convenir en que la sentencia firme no borra ni corrige errores en el Conservatorio, aunque la Corporación municipal, excepto Izquierda Unida, siga mirando para otro lado.
Las cartas, frente a la cita shakespeariana, a veces las juegan otros por ti, como también se demuestra en este caso.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 7 de octubre de 2018