El compromiso inversor de ArcelorMittal en Asturias está fuera de toda duda y de su aportación en I+D debería depender el modelo de una transición energética ordenada
El día que el mundo entero vio las fotografías de los trabajadores de Lehman Brothers saliendo de la sede de Nueva York y llevando sus efectos personales en cajas de cartón para nunca más volver, pocos se podían imaginar que en aquel momento el mundo había cambiado. Y no para bien precisamente. La quiebra del que en aquel momento era el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, con una gestión de activos de 680.000 millones de dólares, arrastró al sistema financiero mundial y a partir de ese momento las decisiones políticas erróneas –sobre todo en la Unión Europea, que lo fio todo a la austeridad y no a la expansión y crecimiento como sí hicieron en Estados Unidos y en Asia–, desembocaron en la mayor crisis financiera de la historia y provocaron, en cascada, la aparición de las crisis de la ‘política convencional’, con la aparición de los nacionalismos y los extremismos, a izquierda y derecha. Y ya nada será igual. Por lo tanto, no tratemos de buscar explicaciones a lo que le está sucediendo al mundo aplicando una lógica que acabó enterrada aquel aciago día: el 15 de septiembre de 2008.
El historiador británico Adam Tooze, profesor en la Universidad de Columbia, analiza las consecuencias de aquella crisis en ‘Crash. Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo’ (Crítica, 2018), para diseccionar a lo largo de sus 784 páginas todos los elementos que coadyuvaron a la aparición del terremoto global al que asistimos, en donde Trump, China, el Brexit o los conceptos de emigración, robotización, acuerdo medioambiental, destrucción de empleo, digitalización y nuevos paradigmas de producciones industriales nos llevan al desconcierto. Las certezas hace tiempo que desaparecieron.
Aterricemos en Asturias. La situación de Alcoa, ampliamente analizada en las páginas de este periódico, nos ha sumido en una especie de depresión que amenaza con paralizarnos como colectivo. Por supuesto que no ayudan imágenes como las del cierre de la actividad minera, que no por esperadas son menos penosas. A la que se unen otras cuestiones exógenas como el problema de la tarifa eléctrica, la ausencia de una política industrial definida, los anuncios sobre la transición energética a golpe de ocurrencias, y otras que, aún no dependiendo de nosotros como región, sí nos afectan de lleno: ahí están el AVE/Pajares o el escándalo del peaje del Huerna como ejemplos más claros.
Pero dicho lo anterior, haríamos mal si el discurso político, que al final es el que más llega a la población, sigue basándose en el tacticismo puramente electoral para tratar de sacar provecho frente al rival político, con ese mantra del ‘y tú más’, que iguala a gobiernos y oposición en esa carrera que sólo provoca cansancio, desafección política y en muchas ocasiones crispación. Si toda esa fuerza se empleara en hablarle claro al ciudadano, a lo mejor se conseguía entre todos un ambiente de ilusión y de confianza que sólo podría reportar beneficios.
Vayamos con el último ejemplo. El reciente anuncio de ArcelorMittal de que pondrá en marcha un expediente de regulación temporal de empleo para 1.600 trabajadores en el primer trimestre de 2019, con el fin de compensar un inicio de año en plena desaceleración económica, ha hecho que calara en la sociedad un mensaje de que el mundo se acaba. «Lo que le faltaba a esta región, después de Alcoa ahora le toca a ArcelorMittal».
Como comentario de barra de bar tendría un pase. Como argumento político o económico es simplemente una necedad. ArcelorMittal tiene aprobado, con los sindicatos de la empresa, un expediente de regulación temporal de empleo en todo el territorio nacional desde hace ¡nueve años! y lo utiliza en momentos puntuales. O no lo utiliza nunca, como ha sucedido durante años en Asturias. En esta ocasión durará siete días. Para no profundizar en los datos, más que nada para que nadie se sienta agraviado, ojalá las condiciones de ese expediente se repitieran en todas las empresas y sectores.
Por lo tanto, a la sociedad asturiana en general hay que explicarle que se trata de una herramienta de la que dispone ArcelorMittal y que pone a su disposición la normativa actual. Una flexibilidad que utiliza puntualmente la empresa que ha exhibido desde hace años el mayor compromiso inversor con Asturias. Y además no es algo nuevo. En el recuerdo queda la aplicación del Plan Arco, que originó un cambio de paradigma de las relaciones laborales en esta empresa y que tras comprometer 575 millones de euros en aquel momento se conseguía optimizar prácticamente cada una de las instalaciones de la compañía. Hubo un coste en empleo, no traumático, pero aquel acuerdo firmado en tiempos de Ángel Préstamo como director general, consiguió salvar divisiones enteras como la de Largos de Gijón. Fruto también del acuerdo entre empresa y sindicatos se accedió a firmar el Acuerdo Marco 2011-2013 que supuso una bajada salarial del 8 por ciento, pero con la contrapartida de que no hubiera despidos o que continuaran las contrataciones de jóvenes en verano. Todo lo anterior significa que en ArcelorMittal se han implicado desde hace años los propios trabajadores y los sindicatos para aceptar que el futuro solo se puede ganar asegurando la competitividad y la apuesta inversora.
Cuando hoy se habla en algunos sectores con un cierto desprecio de ‘la Ensidesa’ o ‘el indio’, en referencia a Lakhsmi Mittal, el máximo accionista de la compañía, se ignora que ninguna empresa en Asturias tiene el grado de compromiso que está desarrollando la multinacional siderúrgica desde hace años. Las baterías de Gijón o la ‘nueva’ acería LD III sirven de ejemplos.
Pero es que el futuro industrial de Asturias, el que debe lograr una transición energética sin sobresaltos, pasa en buena parte por todo lo que ArcelorMittal está realizando en su centro de I+D de Avilés, en donde cerca de trescientos profesionales, todos ellos muy jóvenes, posiblemente con una mayoría ya de mujeres, se han convertido en uno de los centros de referencia mundial entre los dieciséis que la compañía tiene abiertos en la actualidad. El futuro de Asturias pasa, entre otras cosas, por la capacidad de arrastre de nuevas empresas ante un proyecto único en el mundo: el de contar con una planta siderúrgica integral a escala que permite el ensayo de todo el proceso de producción y la aplicación de nuevos sistemas o de nuevos materiales. Asturias, desde este centro y desde la Manzana del Acero, en colaboración con el ITMA, se abre a un universo de posibilidades en el 3D de elementos metálicos, láser, drones, grafeno, tierras, agua…
No está sola ArcelorMittal. Las grandes multinacionales industriales de Asturias han pasado la crisis sin despidos –obviando el grave problema de Alcoa–. Hay algunos nubarrones en el horizonte, pero esta región no se puede permitir el lujo de esperar de brazos cruzados a que el peligro pase por sí solo. El mundo ha cambiado y seguramente ya nada volverá a ser igual, como dice Tooze, pero eso nos obliga a todos a actuar para tratar de evitar que un día tengamos que salir a la calle con nuestros objetos personales metidos en una caja de cartón para no volver más a nuestras empresas.
Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el día 6 de enero de 2019