Los comportamientos de Alcoa y Saint-Gobain nos enseñan que las decisiones empresariales ya no obedecen en muchas ocasiones al patrón habitual de los negocios
Estamos en los últimos meses tratando de descifrar las claves de los comportamientos empresariales para explicar decisiones como el cierre de Alcoa; las razones del anuncio de algunas inversiones, pocas; también desinversiones, bastantes; paradas de instalaciones, cada vez más; desaceleración económica, ya la admite todo el mundo; guerras comerciales, a la espera de un acuerdo de Trump y China; los efectos del Brexit, queda ya poco para su efectividad; y todo un mundo de circunstancias económicas que influyen directa o indirectamente en nuestro presente y en nuestro futuro como país o como región.
Y el resultado es bastante descorazonador porque tratamos de aplicar la lógica que había funcionado hasta hoy para explicar decisiones políticas y empresariales y ahora comprobamos que ese orden se ha transformado cuando se habla de economía.
Saint-Gobain –350 años de historia, 170.000 empleados repartidos en 67 países– es una de las principales multinacionales con actividad en Asturias. En los últimos días ha sido noticia porque su plantilla de Avilés está observando una serie de paros parciales para protestar por algunas cuestiones que tienen que ver fundamentalmente con el funcionamiento interno. Pero fuera de las instalaciones, lo que preocupa a la sociedad en general es el futuro de la compañía, mientras suena el tam-tam de peligrosas competencias, por ejemplo en Marruecos.
Este periódico desveló el martes que al día siguiente estaría en la planta de Avilés el ejecutivo francés Laurent Guillot, el nuevo responsable mundial del Sector Hig Performance Solutions, o lo que es lo mismo, el responsable máximo de los negocios de construcción y automóvil. Una oportunidad espléndida para dar a conocer la nueva organización que ha entrado en vigor el pasado uno de enero a nivel global y a la vez despejar algunas dudas sobre el emplazamiento asturiano. O confirmar los temores. Lo único que este periodista pudo confirmar es que Laurent Guillot estuvo en Asturias y que se reunió con los directivos locales. Por supuesto, no con los representantes de los trabajadores. Tampoco con los medios de comunicación.
El jueves se daban a conocer en París los resultados de la multinacional en el ejercicio de 2018. Ni una sola nota de prensa en España. Es más, directivos españoles desconocían el viernes por la tarde cualquier dato al respecto. Es posible que alguno se entere hoy de los números básicos leyendo estas líneas: el beneficio neto de Saint-Gobain cayó el pasado ejercicio un 73,2% , al pasar de 1.600 millones a 420, pese a que la facturación aumentó un 2,4 por ciento, hasta los 41.800 millones de euros y un resultado operativo de 3.100 millones de euros (+3,1%), anunciando incluso un pago de dividendo de 1,33 euros por acción, frente a 1,30 en 2017. Pero los resultados han estado marcados por la depreciación de algunas actividades históricas por valor de 2.000 millones de euros, entre ellas la construcción en Alemania, el negocio de distribución en Inglaterra y las tiendas Lapeyre que inundan toda Francia (puertas, cocinas, baños, ventanas, escaleras…). Saint-Gobain sufría el viernes la mayor caída en el CAC 40, el principal índice bursátil francés. Para los datos de España, Portugal y Marruecos, principal perímetro español, tendremos que esperar. Sobre el futuro tras la nueva organización puesta en marcha en enero, se ve que también.
La lógica, nuestra lógica hasta ahora, nos diría que la presencia de Laurent Guillot sería aprovechada por la empresa para despejar dudas, lanzar un mensaje en positivo e incluso entrevistarse con las autoridades locales y regionales para reafirmar su compromiso con el territorio. Ya vemos que no.
No apliquemos tampoco ninguna lógica manejada hasta ahora cuando vemos que una empresa como Alcoa, en plena retirada, no sólo deja de colaborar en la búsqueda de un inversor que la sustituya para mantener la actividad y el empleo en su planta de Avilés –su objetivo último es evitar cualquier competencia–, sino que no deja que cualquier grupo interesado pueda ver sus instalaciones (es como si usted va a comprar un piso y no se lo dejan ver), o ni por asomo se ha planteado contratar y pagar a un consultor internacional que pudiera buscar ese inversor. Pero eso sí: Alcoa quisiera seguir produciendo aluminio primario en Avilés a través del horno de refusión (de 40 a 60 trabajadores frente a los 317 que emplea actualmente el sistema de las cubas electrolíticas). Cada uno puede poner el calificativo que desee a esta postura de una multinacional que en España ha ganado y gana cientos de millones de euros, miles, tras hacerse con una empresa pública a precio de saldo.
Olvidémonos asimismo de la lógica manejada hasta ahora cuando nos dicen que Glencore (Asturiana de Zinc), el mayor exportador del mundo de carbón y el segundo mayor productor después de China, se ha plegado a las presiones de la Iglesia Anglicana para que limite su producción de carbón y así colaborar en la transición a una economía baja en carbono. Y eso a pesar de que el carbón aporta 2.700 millones de dólares a la cuenta de resultados de la multinacional suiza, frente a los dos mil que supone el cobre, los 1.300 del zinc, los 0,3 del níquel y los 0,5 de las ferroaleaciones. Glencore participa en Climate 100+, una iniciativa en la que participan más de 300 inversionistas que gestionan más de 32 billones de dólares en activos y que ejerce presión sobre las empresas para que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.
Adiós a la lógica cuando la marca japonesa Honda anuncia después de treinta años el cierre de su planta de Swindon, al suroeste de Inglaterra, que da empleo a 3.500 personas. La compañía dice que su estrategia de electrificación de los automóviles aconseja llevar esa producción a Japón, América del Norte y China. Poco antes Ford ya había anunciado que hará un recorte de 15.000 empleos en España, Inglaterra, Alemania, Turquía y Rumanía. Y Jaguar Land Rover otros 4.500 también en Inglaterra.
Efecto dominó sólo en Asturias: menos coches igual a menos acero, menos aluminio, cierre de plantas de galvanizado, menos zinc, menos producción de arrabio en los hornos altos, menos mineral en los puertos, menos carga de trabajo en el transporte, problemas para los concesionarios…
Mientras tanto, uno no deja de sorprenderse ante la clarividencia del Gobierno de Pedro Sánchez y de su ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, al aprobar casi fuera del tiempo reglamentario un ambicioso anteproyecto de Ley del Cambio Climático que sitúa a nuestro país a la cabeza de la lucha medioambiental, mientras otros como Francia, Alemania o Inglaterra se tientan la ropa al comprobar que el sector del automóvil, uno de los motores de la industria, se empieza a desmoronar sin que el coche eléctrico sea en este momento, ni de lejos, el recambio.
En este caso la lógica aristotélica, la difusa, la económica, y hasta la de la razón, sí que saltan por los aires.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 24 de febrero de 2019