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José María Urbano

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Cuestión de lealtad

Miguel Montes entrenó al Real Avilés apenas cinco meses. Tiempo suficiente para dejar en esta ciudad una imagen imborrable por su humanidad y por su compromiso con las personas, llevado al punto de anteponer la lealtad a sus jugadores al de su propio futuro como entrenador. El técnico llegó al equipo avilesino en el peor momento de su historia -que ya es decir si vemos su actual estado-. Era la temporada 74-75 y el Real Avilés acababa de hundirse en la Regional tras perder la eliminatoria con el Michelín y haber pasado nada menos que cuatro entrenadores por su banquillo.

Montes se hizo cargo del equipo en un club que tenía tres millones de pesetas de presupuesto y debía siete, abandonado a su suerte, con un terreno de juego en pésimas condiciones tras celebrarse el tradicional concurso hípico de las fiestas de agosto y que debían acondicionar los directivos. En la plantilla se hizo una limpia importante, pero aún quedaban jugadores veteranos de la campaña anterior. Algunos de fuera, viviendo de pensión. Y sin dinero casi ni para comer.

Y ahí es donde empezó a verse la humanidad de Miguel Montes, preocupado siempre por sus jugadores, con los que logró hacer una piña. Rara era la semana que no se llevaba a comer a los futbolistas más necesitados para que se alimentaran de forma adecuada, mientras crecía su incomodidad ante los incumplimientos de la directiva con los pagos a la plantilla.

Deportivamente empezó la temporada con una victoria en el partido de máxima rivalidad local, frente al Ensidesa Atlético (1-2), en un partido en el que se lesionó José Aurelio, el ‘niño mimado’ de Montes, que no dudó ni un momento en llevarlo personalmente a la consulta de los médicos del Sporting para su recuperación. Detalles como éste hacían que los jugadores estuvieran a muerte con él de forma permanente.

En diciembre decidió dejarlo todo. La situación con los continuos incumplimientos de la directiva con los pagos a la plantilla se agravó el día en que se comunicó a un jugador que no se le iba a abonar lo que le habían prometido. Me imagino que a Montes se le habrían hinchado las venas del cuello en la bronca con aquellos directivos, como sucedió en una ocasión cuando en el descanso de un partido echó a uno de ellos del vestuario. Y dijo adiós.

Montes llegó sobre las cuatro de la tarde al Suárez Puerta y comunicó a sus jugadores que se iba. Los fue abrazando uno a uno, a la salida se despidió también de otras personas. Y se fue sonriendo y consolando a los que allí se quedaban, nos quedábamos, llorando por su marcha.

Cinco meses. Suficientes para descubrir a una gran persona y no olvidarle nunca.

 

Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 21 de mayo de 2019

 

 

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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