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José María Urbano

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DEL NIEMEYER A DUNKERQUE

Avilés no necesita ayudas externas para promocionar historias de éxito como el carnaval, que tiene un recurso único en el mundo como es el Descenso de Galiana.

Cada día que pasa hay nuevos indicios de la indiferencia con la que en Asturias se reciben y se tratan los asuntos de Avilés por parte de un stablishment regional que ignora muchas cosas y le preocupa poco profundizar en otras. El último ejemplo lo hemos tenido en Fitur, la Feria Internacional de Turismo que se celebra en Madrid. El motivo elegido este año por los diseñadores del stand de Asturias está basado en la estructura del auditorio del Centro Niemeyer. Extrañamente, no se ha oído ni una sola declaración que se refiriera a esa circunstancia. Silencio total a todos los niveles. Si se trata de poner en valor el último reportaje del New York Times sobre Asturias, región elegida como uno de los mejores sitios del planeta para visitar, todo el mundo hablará de las loas al Principado, qué maravilla, pero nadie se detiene a reflexionar que la única referencia que se cita en ese reportaje es la del Centro Niemeyer, como única obra en España del genial arquitecto brasileño. Y ya, como remate, se anuncia en la misma feria que va a haber una promoción conjunta de los carnavales «de Gijón, Avilés, Oviedo, Mieres y Cangas del Narcea». Se podría hablar de otras cosas (mundo empresarial, innovación, terrenos industriales, fiestas originales como la de El Bollo…), pero centrémonos en el turismo y en las dos cuestiones que se han reflejado: Centro Niemeyer y carnavales.

El Centro Niemeyer es citado por segunda o tercera vez por el New York Times como una obra relevante de España, no solamente de Asturias. En las dos primeras ocasiones se encargó de ello Natalio Grueso y su equipo, en una labor extraordinaria que dio como resultado una promoción internacional cuya repercusión en los medios fue valorada en 83 millones de euros, según el estudio realizado desde agosto de 2010 a agosto de 2011 por la empresa Acceso, especializada en análisis de medios y líder en España desde hace veinte años. Y puso de manifiesto que en ese periodo de tiempo el Centro Niemeyer fue la institución cultural española con una mayor presencia y proyección en medios de comunicación nacionales e internacionales. Casi como hoy.

Es decir, lo de ahora no es nada nuevo para Avilés. Lo será para otros, que les interesa tan poco, que ni lo citan cuando se refieren al artículo del periódico neoyorkino. Uno, que cada día se ve más obligado a mirarse al ombligo en vista de lo que sucede alrededor, no quiere ni imaginarse si el rotativo norteamericano llega a hablar de la catedral de Oviedo o de la Laboral de Gijón en vez del Niemeyer. O de si el stand de Fitur hubiese estado basado en cualquiera de esos dos monumentos citados.

Respecto al carnaval, alguien se ha olvidado de que el Antroxu de Avilés no admite comparaciones con ninguno de los que se celebran en Asturias, y casi se podría decir que en España, al contar con un elemento que es único en el mundo: el Descenso de Galiana. Nadie cuenta con ese recurso diferenciador de la propia calle, el descenso de artilugios y la espuma.

Esta ciudad vive momentos ilusionantes de cara a su futuro, simplemente porque después de años de una larga travesía del desierto, tiene ante sí una serie de retos que, a poco que nadie se distraiga, van a ser un éxito –algunos ya lo son– de la mano de la iniciativa privada y de la sociedad civil, con todos los apoyos necesarios del Ayuntamiento de Avilés liderando esa estrategia.

El caso del turismo, por seguir con el carnaval, podría ser un buen ejemplo de cómo Avilés debería ir por libre para buscar un mayor reconocimiento de una fiesta singular y tendría que hacerlo intentando sacarla al exterior, fuera de España incluso, de forma que se convirtiera en un reclamo más para su conocimiento y para la atracción de turismo.

Hay una ciudad en Francia, Dunkerque, con la que Avilés debería explorar un hermanamiento, no sé si formal, pero al menos sí en cuanto a colaboración. La ciudad del Norte de Francia tiene muchos aspectos que comparte con Avilés: un tamaño parecido (unos 90.000 habitantes, 200.000 en el área metropolitana); una reconversión industrial muy dura, una planta siderúrgica integral de ArcelorMittal, con un potente centro de I+D+i; la mayor fábrica de aluminio primario de Europa, comprada hace no muchos meses por Liberty House al grupo angloaustraliano Río Tinto; una empresa de aleaciones de manganeso que perteneció en su día a Glencore; un proyecto eólico offshore de gran magnitud con EdF; un puerto a pleno rendimiento con una zona logística de 140 hectáreas; un proyecto innovador que aúna el urbanismo inteligente, la ecología responsable y sostenible y la arquitectura contemporánea, levantado en la zona de antiguos astilleros y de nombre Ecoquartier; transporte público eléctrico y gratuito; centro de veraneo de toda Francia, pese a los humos, las baterías y los hornos…

Y el carnaval. Además de todo esto Dunkerque organiza todos los años el que está considerado el mejor carnaval de Francia. Al revés de los de Niza, Venecia o incluso Río de Janeiro, el suyo está orientado a la participación ciudadana y no al lucimiento y la vistosidad de trajes como sucede en las ciudades citadas. La fiesta es para todos y en la calle, exactamente igual que la filosofía que mueve al avilesino desde su fundación.

El carnaval de Dunkerque dura seis semanas y cuatro días centrales en febrero-marzo, dedicando los sábados a las bandas de música y sus concursos. Y el resto, con lo que son atracciones propias: los paraguas; el ‘Tambor mayor’, una especie de nuestro ‘Rey del Goxu’, la ‘cantinière’, mujer que desfila con un tonel lleno de cognac o ginebra, las bandas de música de cada barrio, y sobre todo el lanzamiento de ‘kippers’, 450 kilos de arenques ahumados envueltos en papel de celofán que el alcalde y sus concejales lanzan desde el balcón del Ayuntamiento a los miles de personas que acuden a ese acto.

Avilés, su Ayuntamiento, podría iniciar un contacto con las autoridades locales de Dunkerque y sondear la posibilidad de establecer lazos entre el carnaval de una localidad y otra, por ejemplo dedicando una edición del avilesino al francés, y al año siguiente al revés, en territorio galo. ¿Quién iba a ganar? Las dos ciudades. El seguimiento del carnaval francés por parte de medios nacionales como Le Monde o televisiones públicas es extraordinario, luego cualquier referencia que se haga aquí y allá contribuiría seguramente al buen nombre de las dos y al germen de un turismo que sería bien recibido por ambas.

Avilés no necesita ayudas externas para intentar una historia de éxito, en este caso de su carnaval. Y para el resto, lo que se necesita es tener claro su proyecto global de ciudad y tirar de él desde dentro, aprovechando todas las fortalezas que aquí se tienen. A las administraciones nacional y regional habrá que exigirles lo que le corresponde a la tercera población de Asturias, pero en ningún caso pueden ser un freno para el desarrollo de un territorio envidiable por tantas cosas.

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 26 de enero de 2020

 

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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