En los últimos tiempos tuve la sensación de que, como periodista jubilado, me había quedado para hacer los ‘In memoriam’ cada vez que fallecía una persona más o menos conocida en nuestro territorio. Sin duda, más por viejo, por el conocimiento de viejo, que por especialista en hacer glosas poéticas para ensalzar los méritos de las personas que habían fallecido. Nunca tuve inconveniente en hacer esos In memoriam en el periódico, en La Voz de Avilés-El Comercio, todo lo contrario, porque siempre tuve la sensación de cumplir con dos objetivos. Primero, aportar conocimiento y experiencias personales para resaltar los méritos de esas personas. Segundo, como agradecimiento a tanto como esas personas hicieron por los demás desde sus responsabilidades profesionales.
Con el fallecimiento de José Manuel Feito, el cura de Miranda, experimenté una sensación nueva ante el dolor de la desaparición de una persona que apreciaba: quedarme sin palabras. Mucha gente, me consta, sigue esperando mi In memoriam dedicado a él. Podría escribir páginas enteras para el relato de una vida prodigiosa, la de una persona que encontró en el servicio a los demás su única pasión, el sentido de su propia existencia, siempre desde esa humildad que sólo las personas extraordinarias como él son capaces de adoptar como guía en la vida.
Hoy, domingo, me vuelvo a quedar sin palabras ante la noticia del fallecimiento de otras dos personas que, como sucede con Feito, son de definición fácil, aunque su legado a la sociedad sea impresionante: buenas personas, dedicación a los demás.
Ha muerto Luis Miguel García Secades, un sindicalista de UGT de los de la vieja escuela. De esos sindicalistas que consiguieron los derechos y el reconocimiento para una clase trabajadora que dio pasos de gigante en un país que salía de cuarenta años de dictadura. Ilusión, ideas claras y un trabajo incesante. Y buena persona. Solo las buenas personas son capaces de dejar a un lado las aspiraciones propias para volcarse con los objetivos de su organización en alcanzar un mundo más igualitario, más solidario, más justo en definitiva.
Y poco después se conocía el fallecimiento de José María León Pérez, Pepelón, médico (siendo casi un niño le conocí en su consulta del primer piso del edificio del antiguo Metropol), alcalde de Castrillón y político sin más ideología que la que entiende que todo quedaba supeditado al bienestar de las personas y al mejor desarrollo del territorio en el que tenía competencias.
No es una pose. No es un recurso literario más. Simplemente me he quedado sin palabras ante la desaparición de tres personas que conocía, con las que me tocó convivir profesionalmente en mil y una historias. Mil batallas desde el respeto y la admiración y el agradecimiento por mi parte. Tres ejemplos de dedicación a los demás, tres muy buenas personas.
Me he quedado sin palabras, pero a lo mejor no es necesario decir más. Tres buenas personas nos han dejado, pero nos queda su labor y su ejemplo. No les olvidaremos.
Avilés, 19 de julio de 2020