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José María Urbano

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Más allá del ‘me gusta’

Las fortalezas industriales de Asturias, apuntaladas por la innovación, deben prevalecer en la presentación de proyectos de futuro en Europa

Francia y Alemania le dicen a España que algunas urgencias medioambientales de Europa son un mito

 

La clase política de este país celebra cada día la existencia de las redes sociales y su colaboración en la idiotización de la sociedad, pendiente ya casi en exclusiva de los mensajes en titulares de unos políticos que se han abrazado definitivamente al reduccionismo que constituyen las generalizaciones, la simplificación del mensaje y el recurso a lo emocional.

Conmigo o contra mí, blanco o negro, facha o socialcomunista, cualquier apelativo sirve con tal de zanjar rápidamente las cuestiones que puedan plantearse. Los políticos, definitivamente, han encontrado un filón para esconder su incapacidad para la reflexión y el debate, su soberbia y en muchas ocasiones su más absoluta ignorancia.

El acuerdo alcanzado en Bruselas en la madrugada del lunes para la reconstrucción europea tras los desastrosos efectos derivados de la pandemia sanitaria –el acuerdo va mucho más allá del importe económico porque su importancia radica en la voluntad de la UE de afrontar, por fin, el futuro de forma conjunta y jugar en el mapa geoestratégico global el papel que le corresponde– ha reducido a la nada el debate en el Congreso sobre el proyecto de ley del Cambio Climático y Transición Energética. La noticia ese día fue que se ‘ganó el primer asalto’ al tumbar la enmienda a la totalidad que había presentado Vox. Bien es cierto que esta formación pierde toda su credibilidad en este asunto cuando abraza la trinchera del negacionismo de la emergencia climática. Pero hay cuestiones de su discurso, como el de la ‘supervivencia nacional de la industria’ o la ‘ruptura con el realismo económico’ de este país que se pueden suscribir sin problemas. Lo mismo que el discurso del diputado de Foro, Isidro Martínez Oblanca, cuando dice que con ese proyecto de ley se quiere «empezar a construir la casa por el tejado». Cuestiones que no se diferencian en nada de la «emergencia industrial» en Asturias que patentó hace unos meses Jenaro Martínez, secretario general de UGT-FICA Asturias. Igual se puede decir del intento de Teresa Ribera por repetirnos permanentemente el gravísimo drama del cambio climático. El problema está en los matices, en la irresponsabilidad de plantear siempre como opción el blanco o el negro.

Martínez Oblanca nos está diciendo que la disyuntiva industria-medio ambiente es una falacia, es el triunfo del cortoplacismo y de una ceguera que impide vislumbrar los efectos de una transición ‘injusta’ y precipitada. Dice la ministra que «con esta ley España cumple con Europa y con la sociedad española, que reclama una acción inmediata ante la crisis climática». Un buen titular para Twitter. Pero nada más. Europa no exige más de lo que se sabe, que es menos de lo que se plantea el Gobierno de Pedro Sánchez –este Gobierno sabrá atendiendo a qué prisas y de quién–. Y lo de la urgencia que demanda la sociedad española, por no figurar, no figura ni en las encuestas del CIS. Silencio.

Si quieren saber lo que piensa la sociedad española sobre ese asunto que vengan a Asturias. Y aquí sabrán de primera mano que las urgencias son otras: lucha contra el cambio climático, sí; pero mantener un sueldo para comer, lo primero. Y después de los efectos de la COVID-19, la proporción es de 99 a 1 a favor de mantener lo que tenemos.

Europa no pide carreras alocadas, como dice la vicepresidenta española. Francia anunció este jueves que estudia todavía nuevos proyectos de centrales nucleares. Ya se verá. Su objetivo es reducir la energía nuclear en la producción de electricidad al 50 por ciento en 2035, desde el 70% actual. Y hasta ahí. Alemania inauguró hace un mes una nueva central térmica y las que tiene las cerrará en 2038. Aquí se cierran todas sin una sola alternativa de sustitución concreta, más allá de las obras de derribo y descontaminación de terrenos. Y de buenas palabras, puro márketing.

España no figura entre los quince países más contaminantes del mundo: China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón, Alemania, Irán, Corea del Norte, Arabia Saudita, Indonesia, Canadá, México, Sudáfrica, Brasil y Turquía. España redujo las emisiones de CO2 en 6.132 kilotoneladas en 2018, lo mismo que las emisiones per cápita (5,95 toneladas por habitante) y las emisiones de CO2 por cada 1.000 dólares de PIB, que es el índice que mide la eficiencia medioambiental. Europa disminuyó en 2018 las emisiones en un 2,5%. En España, 3 puntos porcentuales y un 5,8% en 2019. Un último dato: la subasta eléctrica, que la ministra Ribera se ha encargado de ir laminando, hizo perder a la gran industria 354 millones de euros en cinco años. Si ArcelorMittal se fuera de Asturias produciría lo mismo y provocaría el mismo CO2 allá donde fuera. Perdería Asturias. Y no ganaría el planeta. Mientras tanto, ArcelorMittal ha reducido en un 11% la emisión de CO2 en 2019, un 27% en emisión de partículas, tiene abiertos 28 proyectos de I+D+i para la mejora medioambiental, reducirá las emisiones un 30% en 2030 y fabricará acero neutro en carbono en 2050. ¿Qué más quiere la ministra?

Asturias sí es líder indiscutible del ránking nacional en elaboración de estudios, análisis, creación de comisiones, apertura de mesas sectoriales, cumbres de expertos… y en cajones. Los cajones en los que se guardan los resultados de todo lo anterior.

El futuro pasa por mantener y aumentar nuestras grandes fortalezas, que son muchas, entre otras la espectacular industria que tenemos, apuntalada por la innovación, la digitalización y las nuevas tecnologías. Europa nos abre ahora un enorme fondo económico que deberíamos aprovechar, esta vez sí, si somos capaces de presentarnos como una región moderna, con visión de futuro, dejando atrás ese aldeanismo que alguno se resiste a orillar. Se corre el riesgo, una vez más, de que no seamos capaces de presentar proyectos concretos y de futuro, sucumbiendo al tam-tam de sobra conocido en esta tierra del «¿y de lo mío qué?». Hay ya algún indicio preocupante. Necesitamos imperiosamente más Europa y menos ombliguismo, aunque eso en Twitter obtenga menos ‘me gusta’.

Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 26 de julio de 2020

 

 

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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