La salida de José María Tejero acaba con la eterna disculpa del Ayuntamiento para no apoyar al club más veterano de Asturias y poder utilizarlo como una herramienta de márketing, de ilusión de los aficionados y de formación en su escuela
El fútbol ha conseguido ser noticia de primera página pese a la pandemia sanitaria que nos ocupa a todos las veinticuatro horas del día, aunque solo sea de pensamiento. Y lo ha sido en Avilés, en una exclusiva de este periódico bajo la firma de su jefe de Deportes, Nacho Gutiérrez –quién sino–, ayudado en esta ocasión por otro periodista de primera, Alberto Santos, que empezó ocupándose de las crónicas de los equipos avilesinos de fútbol de las categorías menores y de otros deportes cuando solo era un estudiante de Periodismo en Salamanca y arrancaba a su tierra todos los fines de semana para dar rienda suelta a su pasión.
Veintitrés años después el Real Avilés invita a escribir una página histórica, la que da cuenta de que José María Tejero del Río ha decidido vender las acciones que le han mantenido como propietario único del club blanquiazul durante todo ese tiempo. Pero, sobre todo, la que supone el inicio de una nueva etapa que puede devolver a Avilés la ilusión por el club más antiguo de esta región y el octavo de España, que se dice pronto.
A José María Tejero hay que agradecerle que en su día fuera la única persona en esta ciudad que diera un paso al frente para que el club no desapareciera. La historia es la que es, no la que algunos quieren contar. Y a partir de ahí su gestión siempre estuvo lastrada por las deudas y por el nulo interés del Ayuntamiento por tomarse en serio la importancia del Real Avilés no solo como el club de fútbol histórico que es, sino como una herramienta económica y de márketing de la propia ciudad de primera magnitud.
Tejero quizás soñó con unas expectativas empresariales como propietario del club que jamás llegó a ver satisfechas y si algo hay que reprocharle –tras mantener económicamente la entidad en solitario– fue no haber vendido sus acciones mucho antes. Por el camino quedó alguna experiencia de éxito, como la de la gestión de Golplus, que consiguió cumplir con todas las promesas hechas por aquellas personas en aspectos como el de formar un equipo de garantías, el de afrontar una serie de obras de acondicionamiento del Suárez Puerta, abrir una tienda del club y devolver a la afición una ilusión como hacía muchos años que no se conocía: una promoción de ascenso a Segunda, campo lleno o casi, la proliferación y entrega de peñas del equipo y, sobre todo, el espectáculo de salir a la calle y ver a decenas de críos vestir con orgullo la camiseta del Real Avilés. Lo nunca visto. Y más tarde, con la marcha de Golplus, fracasos estrepitosos hasta lograr que la afición desertara definitivamente y abandonara el club a su suerte.
Ahora empieza una nueva etapa con la llegada de una persona joven, Diego Baeza y su equipo. También toman su riesgo empresarial, pero es indudable que aportan de mano un discurso ilusionante, con una fe ciega en devolver al Real Avilés el protagonismo y la esencia de los clubs que van más allá de sus propietarios y de sus socios, al formar parte de la propia historia de la ciudad. Cuando se habla del Real Avilés, de la Asociación Atlética Avilesina, el Club de Mar o el Club Ciclista Avilesino estamos refiriéndonos a entidades que han ayudado y en algunos casos lo siguen haciendo a conformar la propia historia general de Avilés.
José María Tejero logró antes de vender sus acciones dejar la deuda con Hacienda y Seguridad Social a cero, algo que había condicionado durante muchos años la propia existencia del club. Y a partir de este momento solo queda la ‘deuda’ del Ayuntamiento. Se supone que por la concesión del ‘Suárez Puerta’.
Digámoslo rápido. El Ayuntamiento de Avilés nunca creyó en el fútbol y mucho menos en el Real Avilés –excepción hecha de Agustín González, el alcalde del PP–, ni siquiera como herramienta económica y de márketing de la ciudad. La presencia de Tejero al frente siempre fue la disculpa perfecta para dejar pasar el tiempo, a veces con falsas promesas, pero desde luego muy lejos de lo que sucedió en Oviedo y Gijón, en donde las Administraciones públicas lograron que ni el Sporting ni el Real Oviedo desaparecieran. Son datos objetivos. Y dejando a un lado la intentona fallida de Gabino de Lorenzo de tirar por la borda la historia del club carbayón, algo que nunca le perdonaron ni sus más acérrimos defensores. Ahí está la afición azul como un ejemplo exportable a todo el país y más allá.
El Ayuntamiento no cumplió nunca ni con lo pactado en su día con el Real Avilés y su escuela. Decir que el club mantiene una deuda por impagos de luz, agua y mantenimiento del ‘Suárez Puerta’ es un puro sarcasmo cuando el propio Ayuntamiento se ha desatendido de esa instalación, pese a que utiliza desde hace años los bajos del campo para dar cabida al cuartel de la Policía Local. Algo temporal, dijeron.
Avilés, como tercera población de Asturias –olvidada por muchos estamentos y mucha gente a la hora de reflejar casi hasta su propia existencia– haría bien en aprovechar esta nueva oportunidad para utilizar el Real Avilés (el momento por culpa de la pandemia sanitaria no es el mejor) como un medio extraordinario de divulgación de la propia ciudad. Y sobre todo como apoyo a un club que es capaz de concitar la atención de miles de personas y el sostén de una escuela de fútbol que va mucho más allá de lo deportivo en la formación y en la educación de los menores y jóvenes. La disculpa de Tejero ha dejado de existir.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 20 de septiembre de 2020