El futuro de ArcelorMittal en Asturias va mucho más allá de las condiciones laborales y económicas de su plantilla.
Los últimos paros solo reafirman la necesidad de una unidad sindical en la propuesta y la negociación
Si alguien piensa que el futuro en un mundo global dominado por la inteligencia artificial y la robotización, la ciencia y la tecnología, se va a ganar utilizando las mismas herramientas de mediados del siglo pasado, mejor que pida la cuenta y espere a que le pasen por encima. Los paros observados en la acería de Gijón de ArcelorMittal en las últimas fechas, convocados por CC OO y CSI van en esa dirección. Sindicalismo de los 70-80 del siglo pasado para afrontar problemas de un tiempo en el que planteamientos de hace cinco minutos ya han quedado obsoletos.
Esos paros intermitentes, con las consecuencias conocidas de un cierre patronal, un buen servicio de mediación y una vuelta prácticamente a la línea de salida, se originan en la propuesta de la empresa de amortizar 23 puestos de trabajo en la acería de Gijón. No 23 despidos, puesto que los afectados serán recolocados en otros departamentos o se llegaría a un acuerdo con prejubilaciones, por ejemplo. Esa sería la medida concreta. En el fondo –y ahí es donde el sindicalismo tiene que empezar a desechar las luces cortas–, lo que está en cuestión es la viabilidad de los Largos de Asturias. ArcelorMittal dice al respecto que esa división no es eficiente, ni competitiva, ni rentable, y que pierde dinero.
Y es ahí en donde no conviene perder la perspectiva, simplemente viendo los últimos movimientos. ArcelorMittal se ha desprendido prácticamente de todo su negocio de Estados Unidos; ha cerrado instalaciones y hornos altos en media Europa; ha puesto a la venta una filial entera con seis centros de producción en Bélgica y Francia; decide nuevas inversiones en zonas estratégicas, como acaba de hacer ahora en Italia, aliándose con una empresa pública tipo SEPI. En el caso de España, podemos ir un poco más atrás: cerró Zaragoza, Zumárraga y Villaverde (Madrid), tres centros mayormente centrados en Largos y Transformados. Hace bien poco hizo una oferta en Francia para adquirir un tren de carril (competencia clara con Gijón).
Volvamos a Asturias. ArcelorMittal ha invertido en los últimos años cientos de millones de euros. Entre otras cosas, tomando una de sus mejores decisiones para esta región: apostar por los centros de I+D+i de Avilés, uno de los diecisiete que tiene repartidos por el mundo, pero además con una especial significación gracias al desempeño y a la categoría profesional de los equipos que lidera Nicolás de Abajo. El futuro de la nueva industria, de nuevos procesos, de nuevos productos, de nuevas alianzas, pasan por ahí. Una herramienta de primer nivel.
La amortización de 23 puestos de trabajo en la acería de Gijón es un asunto circunstancial. Importante, pero menor si lo comparamos con el objetivo de asegurar toda la división de Largos y comprometer a la empresa con nuevas inversiones que pongan a Asturias en el centro de sus expectativas. Aquí hubo hace veinte años un Plan Arco que no solo evitó el cierre de Largos, sino que abrió una amplia espita de inversiones. Y aquel plan salió adelante gracias a una acción sindical inteligente, con propuestas, ganándose la confianza de quienes estaban al otro lado de la mesa negociadora, cediendo, exigiendo, no televisando en directo las discusiones para evitar interferencias no deseadas. Nada que no hubiesen hecho antes los sindicatos en el Plan de Competitividad del 92, o en los obligados ‘reacondicionamientos’ que forzaron las consecuencias de la venta a Arbed, de la posterior fusión con Usinor y más tarde con la llegada de Mittal.
Por su parte, a la empresa habrá que exigirle su lealtad con esos sindicatos, poniendo encima de la mesa toda la información y sentarse a negociar con honestidad y con confianza, demostrando su deseo de seguir siendo el actor principal de la economía de esta región. Y solo a partir de ahí, en ese ambiente, es cuando se pueden negociar las amortizaciones, las recolocaciones, la creación de empleo, los ERTE (los que benefician y los que no a nivel interno) y, sobre todo, su compromiso con el futuro. ArcelorMittal no considera a España en este momento un lugar atractivo para seguir apostando, entre otras cosas por culpa de un Gobierno español que en la industria se debate entre el quiero y no puedo (con dudas sobre si sabe) y una descarbonización injusta por lo acelerada. La empresa no pide dinero: pide las mismas condiciones que obtiene en países como Alemania y Francia para poder competir.
Eso está fuera del ámbito sindical regional, pero en cambio los sindicatos, la unidad sindical deseada, debe ser ambiciosa. A lo mejor debería empezar por crear el caldo de cultivo adecuado para que desde Asturias se le planteara a ArcelorMittal la inversión en una acería eléctrica o su colaboración con el mundo del hidrógeno y sus entornos, claves del futuro que ya se están abriendo paso en paisajes lejanos y cercanos. Eso es lo que se espera del sindicalismo del siglo XXI. Y cuando después de todos los esfuerzos de negociación se llegue a un callejón sin salida, es cuando se podrá recurrir al derecho inalienable de la huelga y la movilización, sabiendo que en ese momento –al revés de lo que ha sucedido ahora– contarán con la comprensión y el apoyo de la ciudadanía en general. Y sin perder de vista que ArcelorMittal es para Asturias mucho más que las condiciones laborales de su plantilla.
Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 13 de diciembre de 2020