Los fondos europeos facilitarán una reforma amplia en ArcelorMittal Asturias, modernizar sus procesos, hacer frente a la competencia y seguir como empresa tractora de la economía del Principado
Hace treinta y seis años, Steve Jobs presentaba oficialmente el primer Macintosh con una memoria RAM de 128 kilobytes, una pantalla de 9 pulgadas y una ranura para introducir un disquete con 400 Kb de capacidad. Poco después, aquella mini torre blanca llegaba a las redacciones de los periódicos más adelantados tecnológicamente. Entre ellos, éste.
Este periódico desveló el pasado martes, en exclusiva, que el Gobierno central se planteaba con ArcelorMittal la construcción de una acería verde como proyecto tractor de la economía asturiana, aprovechando la oportunidad de los fondos europeos. A las ocho de la mañana de ese día se atragantó más de un café en esta región, se diga lo que se diga ahora. No hace falta entrar en detalles. El nivel de desconocimiento en esta comunidad sobre las cuestiones importantes es preocupante y descorazonador.
Una acería de producción de acero verde en ArcelorMittal en este momento es una de las claves de futuro de esta región para mantener la siderurgia en activo otros 25-30 años. Sería otro contrato de adhesión con el territorio.
¿Por qué es factible ese proyecto? ¿Por qué urge una inversión de esas características? Existen hasta cinco razones.
Primera. ArcelorMittal, sus centros de I+D+i, empezando por los de Avilés, tienen la tecnología adecuada para aplicarla ya en sus instalaciones. De hecho, el llamado acero verde ya lo produce en Europa. Hasta ahora España está relegada a un segundo plano en ese proceso.
Segunda. La pandemia sanitaria originada por la covid-19 ha dado un vuelco a lo que hasta ahora eran las reglas económicas inamovibles de la UE. La crisis mundial ha puesto a todo el mundo de acuerdo: hay que invertir ingentes cantidades de dinero para lograr la reactivación económica y que ésta coincida en el tiempo para que la salida de esa crisis se haga a la vez y rápido.
Tercera. La pandemia sanitaria de 2020 pasará a la historia, además de por el número de muertos e infectados, por la aceleración de todos los procesos que estaban más o menos encaminados para afrontar, entre otros, el gravísimo problema del cambio climático. La primera amenaza de otra pandemia peor que la que estamos padeciendo.
Cuarta. El Gobierno español se encuentra con la posibilidad de manejar unos fondos europeos de tal cuantía económica – una parte para atajar la pandemia, pero otra para poner en orden su economía– que le lleva a reconocer que no tiene la capacidad técnica para gestionarlos adecuadamente. La infraestructura del Estado es tan débil en ese aspecto que se reduce al equipo técnico de gestión de la SEPI y poco más. De ahí la necesidad de apoyarse en los que realmente saben sobre proyectos de futuro y sobre la gestión de los mismos: las empresas. Y además el Estado consigue con ello otro doble objetivo: apuntalar el futuro de esas empresas y ayudar a la modernización de la economía, lo que supone una clara apuesta por la industria. Las fórmulas de esa colaboración público-privada pueden ser variadas, pero ya tienen un enfoque oficial.
Quinta. La nueva industria estará basada en las extraordinarias aportaciones de los centros de I+D+i, con resultados constatables a una velocidad de vértigo. Pero además, la industria de cada país estará sometida permanentemente a la exigencia de clientes y proveedores por un lado, y por otro a una competencia cada vez mayor a nivel global.
Conclusiones rápidas: hay que aprovechar toda la capacidad de esos fondos europeos; hay que dejar la propuesta de proyectos y su gestión en manos de los que saben; y hay que hacer frente decididamente a la competencia.
GFG Alliance (antes Liberty House) anunciaba el pasado día 10 en una nota de prensa para Francia que había llegado a un acuerdo con SNCF Réseau (el AVE francés) para producir un carril ‘greensteel’, basado en la economía circular, con el objetivo de expandir luego ese negocio a nivel mundial. Un nuevo sistema que reduce las emisiones de CO2 en un 90% respecto a los procesos tradicionales como el que se lleva a cabo en el carril de ArcelorMittal de Gijón. El carril ‘greensteel’ emite 180 kg de CO2 por tonelada de acero frente a las 1,8 toneladas de CO2 por tonelada utilizando los hornos convencionales de Asturias.
Sobran los comentarios. El modesto portátil en el que uno escribe estas líneas soporta una pantalla de 25 pulgadas, bluetooht para un ratón, altavoces externos para escuchar música, un pendrive de 1 giga y un disco externo de almacenamiento de 1 TB (1 terabyte=1.073.741.824 kilobytes). La revolución 36 años después del Macintosh, que hoy es una pieza de museo. Las redacciones de los periódicos hoy ‘navegan’ en trasatlánticos.
Una acería de estas características en Asturias es el futuro industrial de la región si se logra imponer a los discursos, todavía, del ‘nuevo carbón’ o de regular la media hora del bocadillo. Lo comprobaremos pronto.
Publicado en El Comercio-La Voz< de Avilés el 27 de diciembre de 2020