La gravedad de la pandemia sanitaria no debe esconder otras cuestiones que afectan a la ciudad y a su futuro.
La pandemia sanitaria que nos asuela a todos es lógico que se haya convertido casi en el único elemento de discusión, de preocupación y de dedicación, de forma que todo lo demás haya quedado en un segundo plano. Y es lógico que sea así.
Pero la pandemia se superará y atrás quedará la tragedia que ha generado en tantas familias y en la sociedad en general. Y en el aspecto económico sus secuelas seguirán siendo evidentes durante mucho más tiempo, sin duda.
Centrándonos en Avilés, y aunque ni por asomo se puedan considerar cuestiones relevantes frente a lo que padecemos a día de hoy, ha habido una serie de planteamientos en estos últimos meses que han pasado casi desapercibidos, pero que también conviene tener en cuenta para cuando vuelva a salir el sol, porque los pequeños detalles también forman parte de nuestra vida cotidiana y marcarán nuestro futuro.
Vayamos a algunos ejemplos. Cinco años después de sumar sentencia tras sentencia condenatoria por las decisiones tomadas en el Conservatorio de Avilés, resulta que el Ayuntamiento, su concejalía de Cultura, decide suprimir, anular, la plaza de Jefe de Servicio que se había sacado de la manga para intentar por enésima vez darle el puesto de director, aunque con otro nombre, al candidato de la concejala. Una nueva sentencia del Tribunal de lo Contencioso, que se ocultó durante semanas, obligaba a dar marcha atrás a una decisión que había costado nada menos que la eliminación de la plaza de un profesor a media jornada y la supresión de dos plazas de auxiliares de biblioteca, incumpliendo así un convenio con el Principado firmado en su día.
Cinco años después volvemos al punto de partida tras una infame persecución personal a la anterior directora, tras una serie de incumplimientos e ilegalidades, como por ejemplo irrumpir la concejala y el responsable de Recursos Humanos en el Claustro de profesores o presionar al Consejo Escolar. Cinco años después la Consejería de Educación y la Inspección educativa se siguen lavando las manos. Cinco años después, la concejala de Cultura sigue en su puesto.
Por seguir con la música, hace unos meses nos desayunábamos con la noticia de que el equipo de Gobierno había tomado la decisión de trasladar el Conservatorio de Música, no al Palacio de Camposagrado, como estaba previsto, sino al edificio de Correos de La Ferrería, recientemente comprado.
El traslado del Conservatorio forma parte de otro viejo convenio con Educación, de ordenación de espacios educativos, que contemplaba la construcción de la Escuela de Cerámica (hecho en la Factoría Cultural), la cesión de una parcela en el PEPA para unificar los estudios de la Escuela Superior de Arte, y finalmente el compromiso de adecuar Camposagrado como sede del Conservatorio.
Las razones esgrimidas para no llevar el Conservatorio a Camposagrado son simplemente ridículas al alegar la existencia de ‘mucho vidrio, mucho cristal’. No merece la pena ni hacer el más mínimo comentario. Por mucha imaginación que se le ponga, el edificio de Correos, de cuatro alturas y un sótano, no parece el más adecuado para albergar la sede de un Conservatorio de música en pleno siglo XXI. A los 750.000 euros del coste de comprarlo deberemos esperar ahora a la cuantía del proyecto del acondicionamiento como sede.
Mientras tanto, uno aún recuerda las palabras del Rector de la Universidad, Santiago García Granda, cuando en una intervención de hace unos meses señaló que la Universidad estaría dispuesta a ampliar su presencia en Avilés, tanto en servicios como en estudios, si pudiera contar con el inmueble de Correos, justo enfrente del actual Centro de Servicios Universitarios.
Respecto a la Escuela de Arte, de la imperiosa necesidad de su segunda fase para unificar en un solo edificio todos los estudios y servicios que se requieren, incluso pensar en una ampliación de esos estudios, con nuevas especialidades y hasta con nuevas titulaciones, poco se sabe. El escaso interés del Principado por la Escuela de Arte de Avilés –recordemos que la sede actual tuvo que ser sacada con fórceps porque «no había dinero»; para Avilés casi nunca hay ni dinero ni una mínima atención– hace que vislumbremos un proyecto que tardará años en concretarse. ¿O será que la Escuela de Arte de Avilés habrá pisado algún callo que obligue a la ‘política regional’ a esconderse una vez más?
Por cierto, hablando de la Escuela de Arte. Resulta que en la parcela de al lado empezaron hace unas semanas unas obras para la construcción de ¡¡¡una gasolinera!!! No he oído a nadie denunciar semejante atropello a la Escuela de Arte, a la propia concepción del PEPA, a su Isla de la Innovación. Todo el mundo mudo. La oposición, como siempre a «sus cosas», a «sus titulares». A menos de veinte metros existe ya una gasolinera que se gestó en los tiempos de aquel presidente de Infoinvest (SEPI), de nombre Betés, en una operación tan oscura que seguramente hubiese sido digna de acabar en los juzgados. Entre otras cosas inutilizó la chimenea del Sínter, en el momento en que se había planteado una propuesta de convertirla en un gran mirador aprovechando un elemento clave de la reconversión siderúrgica.
Hay más cosas, bastantes más, sobre las que se hace el silencio. La perrera comarcal suscita todo tipo de adhesiones, per cuando se vislumbra el primer ladrido en tu concejo, pleno al canto y renunciar, no vaya a ser que los vecinos no nos voten. La vergüenza de la carretera de la margen derecha de la ría se solventa con un par de cintas y recoger el último argayo. ¿Alguna idea nueva? ¿Alguna propuesta a los presupuestos regionales de algún partido que lleve el nombre de Avilés?
Final. Que la pandemia sanitaria no nos borre la realidad de una ciudad que se crea problemas donde no los hay, mientras el desapego regional de todos los partidos con Avilés es cada vez más insoportable.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 10 de enero de 2021