El filántropo y fundador de Microsoft se une a la iniciativa de crear energía limpia infinita a través de la fusión nuclear que no genera radiactividad.
JOSÉ MARÍA URBANO
Si fuera posible encontrar un sinónimo de hidrógeno ese sería, sin duda, el de ‘salvavidas’. El mundo entero gira hoy en torno a ese gas incoloro, inodoro y muy reactivo que a modo de bálsamo de Fierabrás debería acabar con los gases de efecto invernadero que provocan los actuales combustibles fósiles con los que funcionan actualmente todos los sectores que son claves en la vida moderna: acero, cemento, químico… Y de esa forma atajar el desastre hacia el que nos encaminamos si no se logra parar el impacto del cambio climático.
Hidrógeno verde es el concepto mágico al que se han aferrado todos los países, pendientes ahora de las ingentes cantidades de dinero de los fondos que se necesitan para su desarrollo a través de la innovación, la ciencia y la tecnología. Todo gira en torno al hidrógeno. Y además verde, no el gris, que genera 630 millones de toneladas al año de CO2 precisamente por la energía que se utiliza para su producción, que no es ‘limpia’. La forma de conseguir un hidrógeno neutro en carbono es la de la producción por electrólisis, que consiste en descomponer moléculas de agua en dioxígeno (O2) e hidrógeno (H2) mediante una corriente eléctrica.
Un proceso muy caro, que requiere además una energía limpia: energías renovables. En España, en Asturias, asistimos a una descarbonización injusta porque sus plazos lo son, aplicándose cierres de centrales térmicas, menos ayudas a los derechos de emisión del CO2 y ahora más impuestos a los residuos. Todo ello sin una alternativa clara y sin tiempo para encontrarla por parte de las empresas y sectores afectados, y a costa de algo más que amenazas de deslocalización, que ya padecemos.
En pleno debate sobre el cambio climático y las opciones de descarbonización, entra en escena Bill Gates, el filántropo norteamericano, fundador de Microsoft, que explica en su libro ‘Cómo evitar un desastre climático’ las claves para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero, con un mensaje así de claro: «El único objetivo sensato es cero».
Las páginas del último libro de Gates son un manual práctico de esa lucha a la que convoca a todas las disciplinas: física, química, biología, ingeniería, ciencias políticas, economía, finanzas y más… El objetivo: usar más energía para tratar de sacar a todos los países del mundo de la pobreza. «La clave, dice Gates, es hacer que la energía limpia sea tan barata y confiable como la que obtenemos de los combustibles fósiles». Para conseguir una economía de cero emisiones habla de una transición de treinta años y anuncia que «el camino no será fácil» para aquellos territorios que viven de sectores que funcionan con combustibles fósiles. Es como si estuviera pensando en Asturias como ejemplo.
La sorpresa –por el debate que sin duda deja abierto– es que Bill Gates promete energía limpia e infinita a través de la fusión nuclear, distinta de la fisión, que es la que genera los desechos radiactivos. Gates, junto con Jeff Bezos, y otros magnates como Branson –Virgin–, Jack Ma –Alibaba– o Michael Blomberg se han unido a la iniciativa Commonwealth Fusion Systems (CFS) con la aportación de miles de millones de dólares para crear una energía infinita, de forma que la energía que consume una persona a lo largo de toda su vida se pueda generar con un simple vaso de agua. El debate está servido. Y el futuro seguirá siendo apasionante.
J. M. U.
La innovación vuelve a unir a viejos amigos. No estaría mal como título de un ensayo sobre el acero ‘verde’, pero lejos de ser una propuesta literaria nos encontramos ante una realidad que ‘nace’ de alguna manera en Asturias. Liberty Steel Group, la división de acero de GFG Alliance (la antigua Liberty House), acaba de anunciar un nuevo proyecto: una planta de fabricación de acero a base de hidrógeno verde en Dunkerque (Francia). Para ese proyecto, Liberty Steel ha recurrido a la compañía Paul Wurth. Dicho así, una operación más. Pero entrando en detalles, nos encontramos ante el ‘reencuentro’ de viejos amigos que coincidieron en la antigua Aceralia (CSI más Arbed).
Roland Junck, director general de Liberty Steel, fue uno de los directivos más importantes de Aceralia, defensor a ultranza de los largos de Gijón. Y allí coincidió con Michel Wurth, responsable financiero de Arbed y presidente no ejecutivo de la empresa Paul Wurth, que intervino en la obra de las baterías de Gijón. Y con ellos, un joven sindicalista entonces, Luis Ángel Colunga, hoy consejero industrial del Grupo GFG. Ojo, Asturias: a veces las amistades pueden obrar milagros. En el mundo del acero o en el del aluminio, por ejemplo.
J. M. U.
El nuevo súper ciclo de las materias primas acaba de empezar, de la mano del coche eléctrico, de las baterías y de la electricidad verde. Alrededor de ese mundo opera otro no menos importante, el de los minerales que van a cobrar un protagonismo inusitado. Y en ese campo, Asturias puede verse beneficiada aunque sea de forma colateral. El grupo propietario de Asturiana de Zinc, la multinacional suiza Glencore, considerado el mayor ‘trading’ del mundo, dedicado a la compraventa y producción de materias primas y alimentos, acaba de hacer sus cuentas sobre las necesidades de aquí a 2050 simplemente para alimentar el universo del coche eléctrico.
Ivan Glassenberg, su director ejecutivo, ya ha echado cuentas. De aquí a 2050 –fecha para un mundo libre de carbono–, el consumo de cobre pasará de 30 millones de toneladas anuales a 60. El de zinc, de 13,9 a 28,8. El de cobalto (Glencore es el mayor productor del mundo), de 130.000 toneladas a 507.000. Y el de níquel, de 2,5 millones de toneladas de consumo a 9,2 millones. El futuro de Asturiana de Zinc parece asegurado. ¡Pero igual da pie a entrar en otros negocios! ¿Podría intentarse?
ELENA ARNAIZ ECKER
Psicóloga
Es una condición indispensable pero ya no es la única. La cantidad de profesionales muy cualificados y el mayor acceso de las personas a la formación hacen que el conocimiento y la habilidad no te diferencien. Las soluciones complejas y cambiantes que las organizaciones deben dar a las necesidades que cubren hacen que para asumir este gran reto necesiten profesionales que, además de ser buenos trabajando, tengan unas competencias personales relacionadas con:
-Capacidad para adaptarse a entornos cambiantes y complejos.
-Proactividad con la que contribuyen a esa rapidez en la respuesta que el mercado necesita.
-Capacidad para diseñar soluciones en el marco de la propia organización: intraemprendimiento.
-Habilidades para el liderazgo y la gestión de equipos.
-Competencias tecnológicas y digitales que les permitan operar con eficacia.
La buena noticia es que todas estas competencias pueden ser entrenadas.
Por último, pocos de nosotros ocuparemos el puesto que actualmente tenemos hasta la jubilación. No solo porque la empresa decida o no prescindir de nosotros, la media de vida de una organización es cada año menor. Realizaremos funciones en nuestro campo de una forma que, probablemente, hoy no imaginamos. Pasaremos (ya lo estamos haciendo) por muchos proyectos que implican tomar las riendas en aspectos hasta ahora cedidos a la organización:
-Empleabilidad (capacidad para mantenernos actualizados de manera que estemos en disposición de dar respuesta a lo que las organizaciones necesitan).
-Comunicación, la forma en la que nos relacionamos con una potente red de contactos para que nos conozca por aquello que nosotros sabemos hacer (offline y online).
Por todo esto, sigamos entrenando y poniendo en valor nuestra competencia técnica como profesionales sin olvidar las personales: marcarás la diferencia.
Página de AsturiasInnova+ publicada en El Comercio-La Voz de Avilés el domingo 7 de marzo de 2021