La distancia de los gobiernos con la ciudad es a veces similar a los 12.606 kilómetros que hay con ese país.
Hacía tiempo que no escuchábamos una frase tan ingeniosa como la que pronunció el diputado de Ciudadanos Luis Carlos Fanjul en la Junta General del Principado el martes pasado: «Avilés no es Botsuana». Con ella quiso cerrar el debate con el candidato a presidir el Consejo de Transparencia, que en su comparecencia ante los grupos políticos para obtener el definitivo ‘placet’ para ocupar ese puesto se salió del guión, sorprendido ante una propuesta con la que no contaba: que la sede del mencionado consejo pudiera ubicarse en Avilés, a propuesta-sugerencia de Ciudadanos.
Al candidato seguramente le pudo el malestar de una propuesta que desconocía y con la que no contaba, el nerviosismo, el mal humor… o todo ello junto. El caso es que cayó en el error de poner públicamente encima de la mesa, para oponerse a la candidatura de Avilés, algo impropio de una persona con su experiencia: «la propuesta es una ocurrencia»; sus problemas particulares de conciliación familiar; las dietas que habría que pagar sobre todo a los políticos de ese Consejo; y finalmente la opción de Oviedo como la más, o la única, idónea.
De todo lo acontecido con este asunto se pueden sacar algunas conclusiones que nos definen bien cuál es el estado de nuestra región en algunos aspectos y, sobre todo, la constatación, una vez más, de la distancia sideral con la que se observa a Avilés, la tercera ciudad de Asturias, y sin duda la clave del futuro económico de la misma, salvo que debido a las políticas de estos Gobiernos, aquí y allá, unido al pasotismo y el juego de alguna oposición, a la vuelta de la esquina nos encontremos con que las actuales fortalezas industriales y tecnológicas, o parte de ellas, se hayan ido por el sumidero de la incompetencia y el olvido.
La reacción del candidato al cargo sirve para constatar que en esta región existe una casta inamovible, la del alto funcionariado –no confundir con el funcionario y el empleado público de a pie–, que se creen con todos los derechos, con unos sueldos insultantes –alguno llega a los 6.000 euros mensuales–, y que hacen y deshacen a su ritmo. Que se lo pregunten al consejero de Ciencia, Innovación y Universidad, Borja Sánchez, que fue candidato a la hoguera hace unas semanas cuando osó decir que «hay funcionarios desleales, resistentes al cambio» para poder seguir avanzando en ciencia e innovación. De todas formas el consejero puede volver ahora a rondar las brasas, después de haber estado esta semana en Avilés y decir públicamente que esta ciudad es un ejemplo de cómo se estudian y elaboran las propuestas que aspiran a los fondos europeos y que al menos desde su área lo toman de ejemplo. Un valiente.
Volviendo a lo que nos deja el debate de la Junta sobre la sede del Consejo, no sorprende a nadie a estas alturas que una de las preocupaciones sean las ‘dietas’ de sus señorías. Faltaría más, con sueldos, los normales, de 4.417,2 euros al mes. Y finalmente, asombra la ambigüedad y la falta de valentía de todo el arco parlamentario cuando, como agua que escalda, rehuyeron el debate sobre Avilés suscitado por la propuesta de Ciudadanos. «La ubicación es lo de menos», «no a los localismos», «no presionen al candidato con ese asunto». Al final, nada extraño en un conjunto de políticos, algunos, que no conocen Avilés de nada, mientras a otros/as el simple nombre de Avilés les produce urticaria.
Esta es la Asturias que lleva más de treinta años hablando del área metropolitana como ese gran descubrimiento que aparece de vez en cuando, con la misma rapidez con la que se esconde, en cuanto alguien pilla un pequeño resfriado en Oviedo o Gijón y tose un poco. A la vista está: es que en Avilés no se puede ni conciliar. O lo que es lo mismo: insulte a una ciudad y a miles de trabajadores en esta región. Es gratis.
Avilés no es Botsuana lógicamente, pero a veces da la sensación de que la distancia de los gobiernos en Madrid y en Oviedo respecto a la ciudad es la misma que hay entre ésta y la capital de la República sudafricana: 12.606 kilómetros.
Un solo ejemplo. Hace tres meses que el acceso a la A-8 desde el barrio de La Luz está cerrado por un argayo. ¿Tres meses cerrado un acceso de la Autovía-Autopista del Cantábrico? Sí, en Avilés.
La misma Avilés/Botsuana que sigue esperando por anuncios concretos sobre los estudios de FP; sobre la segunda fase de la sede de la Escuela Superior de Arte; ¿hacerse cargo del Conservatorio económicamente, como los de Oviedo y Gijón? La conclusión definitiva del saneamiento de la ría, que a este paso llegaremos al medio siglo; la aceleración posible de ese proyecto que después de tantos años solo puede generar escepticismo, como es el que tiene que ver con el soterramiento de vías y Ronda Norte. Los accesos a la A-8 por Buenavista-La Carriona, otro proyecto que tiene telarañas (17 años de espera); accesos a la Escuela de Arte; actuación en la carretera al faro de San Juan. El apoyo a estudios universitarios, en la confianza de que salga adelante esa propuesta que anunciaba esta semana la alcaldesa de aspirar a una formación industrial de postgrado, en donde se espera a la Universidad. Avilés, como centro neurálgico de la pesca y del estudio de los fondos marinos. La ciudad, el PEPA, su puerto, como lugar espléndido para atracción de negocios. La Escuela del Deporte, su edificio y contenidos…
En fin, no hay espacio suficiente para demostrar que Avilés ni es ni quiere ser la República de Botsuana, aunque alguno lo crea.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 18 de abril de 2021