El área metropolitana de Asturias vista desde Avilés sigue siendo un entretenimiento de políticos fuera de la realidad.
Una simple aplicación para pagar la zona azul en Avilés sirve para Oporto, pero no para las calles de Oviedo y Gijón.
Aparcas en el 643 de la Rua do Almeida de Oporto y resulta que puedes pagar la zona azul (allí blanca) con la misma aplicación, Telpark, que la que utilizas en Avilés. En la misma calle, a apenas cincuenta metros, un parking/guardacoches recoge tu automóvil un jueves por la tarde (lo aparcan ellos y les dejas la llave) y lo recoges el lunes por un poco más de cuarenta euros. (Invito a ver las tarifas de parkings como el de Plaza España en Avilés, La Escandalera de Oviedo y el de Begoña de Gijón, los tres en esta Asturias «rompedora» del turismo 2021). A cien metros de tu apartamento entras en la estación de Trindade y sacas un bono Andante 24 horas por 4,75 ó 7,65 euros para recorrer Oporto sin límite en uno de los metros más modernos del mundo: todo el casco histórico, Vila Nova de Gaia, las playas de Foz de Douro o las parrillas de Matosinhos para comer sardinas, por citar los puntos extremos, aeropuerto incluido.
Una suerte y una rareza, piensas, porque eso mismo no puedo hacerlo ni en Oviedo ni en Gijón, en donde para pagar la zona azul necesito descargar una aplicación distinta, lo que conlleva facilitar tus datos –tarjeta de crédito o de débito incluida– a otra aplicación, una más. En la nueva era de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial es incomprensible que en una misma región necesites una aplicación distinta para pagar algo tan simple como una zona azul en ciudades separadas por treinta kilómetros.
Pero el problema al final no es éste, el de tener que descargarte una aplicación más. Va mucho más allá. Llevamos en esta región un montón de años dándole vueltas al Área Metropolitana, a la ‘Ciudad Astur’, al ‘Ocho asturiano’. Y de tantas vueltas que le damos siempre acabamos mareados, sin reconocer al final el único hecho evidente: el gran fracaso de nuestra clase política, dedicada casi en exclusiva a mantener sus posiciones de privilegio frente a una militancia y una ciudadanía en general a la que ya no se tiene en cuenta ni a la hora de guardar las formas. Las listas a los congresos de los partidos –el de la FSA-PSOE sin ir más lejos, por ser el último– es un buen ejemplo de ello.
Dicen los estudiosos de las universidades más destacadas del planeta que las redes sociales van ya en claro retroceso porque ese mundo irreal, en donde cada uno es el más guapo, lleva una vida feliz y está dispuesto a demostrar sus cualidades de ‘premionobel’ en las materias que se le pongan por delante, no se sostiene. Ese día, una mayoría de los políticos actuales, subidos al pedestal de la mediocridad que ellos mismos han creado con discursos simplistas que fracasarían hasta en las aulas de EGB, entrarán en depresión.
Hablar del área metropolitana desde Avilés, la ciudad más arrinconada de esta región durante años y la que, curiosamente, ha sido la que más ha apostado por ese proyecto de ‘ciudad astur’ que nos beneficie a todos, es un ejercicio sencillo. Simplemente porque solo hay un papel que desempeñar: el del perdedor siempre y el de observador de lo que pasa ‘ahí fuera’.
Cuando competir como ‘Ciudad Astur’ significa –en palabras que copio de Fermín Rodríguez, catedrático y experto en la materia– «plantear un área con grandes objetivos que primero se han hecho propios, sin exclusiones», uno no tiene más remedio que sonreír, no por lo que dice el profesor, sino por la constatación de la sentencia calderoniana de que «los sueños, sueños son».
Y en Avilés la lista de agravios, olvidos, desaires, desplantes y ninguneos es tan amplia que el espacio de esta columna se quedaría muy pequeño. Ronda Norte, soterramiento, Escuela de Arte (accesos y segunda fase), incumplimiento flagrante en FP, la conexión de la autovía del Cantábrico con la ciudad pendiente desde hace lustros, rotonda de Buenavista, depuradora de Maqua, saneamiento de la Ría, trabas al Puerto, políticas industriales a la contra, Conservatorio de Música…, desprecio institucional en general. A nuestros políticos les «cuesta» hablar y reconocer las incuestionables fortalezas de Avilés, en algunos casos liderando aspectos muy relevantes de esta región.
Por eso, asistir en estos últimos días al último sainete de la necesidad de afrontar la reforma del Estatuto del Principado de Asturias (estos políticos tienen la rara habilidad de escuchar siempre el ‘clamor popular’ donde la mayoría solo hallamos el silencio) y ver que el énfasis se pone en el asturiano –sin asomo de referéndum– y en refrendar a Oviedo como capital de Asturias, sólo puede provocar ¿pasmo, hilaridad, enojo, hartazgo?
El alcalde de Oviedo, el único cargo de esta región que sin ser político está jugando sus bazas con más habilidad que nadie, ya lo ha dejado claro: «Si se empeñan en refrendar que Oviedo es la capital de Asturias (como si alguien lo hubiera puesto en duda alguna vez), eso necesita más dinero». Y sabe que se lo darán. (Oviedo se impuso a la consejera de Cultura cuando ésta tuvo que rectificar en veinticuatro horas su ‘historia’ del Camino de Santiago en la Laboral. Desde entonces, parece que el Camino de Santiago es una exclusiva de Oviedo y se olvidan que en el camino de la costa Avilés y Soto de Luiña son grandes referentes, frente a otros recién llegados).
Por todo esto, y muchas más cosas, uno llega a Oporto, a otro país, paga la zona azul con la aplicación que usa en Avilés, pero que no le sirve ni en Oviedo ni en Gijón, y no tiene por menos que sonreír sobre el área metropolitana. (Avilés-aeropuerto, 45 euros en taxi).
El gran Quino hizo que Mafalda nos lo aclarara: «¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer, empezamos lo que tendríamos que haber hecho?».
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 26 de septiembre de 2021