Alok Sharman, el presidente británico de la COP26, la Conferencia Mundial sobre el Clima celebrada en Glasgow hasta el pasado día 13, clausuró la cita televisando en directo sus lágrimas por no haber alcanzado los objetivos previstos. El documento final arrancado a los representantes de los casi doscientos países convocados «refleja los intereses, las contradicciones y el estado de la voluntad política en el mundo actual», vino a decir el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Como suele suceder habitualmente en las conferencias anuales, el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados (ya vamos por 2,7) sigue en pie, es asumido por todo el mundo. La diferencia viene por el tiempo y las formas que plantea cada país según sus propios intereses.
El propio Guterres apuntó que es hora de pasar al «modo de emergencia», poniendo fin a las subvenciones a los combustibles fósiles, eliminando el carbón, estableciendo un precio al carbono, protegiendo a las comunidades vulnerables y cumpliendo el compromiso de 100.000 millones de dólares de financiación para el clima. «No hemos conseguido estos objetivos en esta conferencia, aunque hay algunos elementos para avanzar», dijo.
Pero frente a los que han salido decepcionados de esa cumbre, se elevan voces que opinan lo contrario. «El vaso se llena más rápido que nunca frente a los que lo ven medio vacío». Fue el mensaje dejado por Bill Gates en su última comunicación sobre Glasgow en la que fijó la innovación como el elemento clave para lo que él llama «revolución industrial verde» para descarbonizar prácticamente toda la economía física: cómo hacemos las cosas, generamos electricidad, nos movemos, cultivamos alimentos, enfriamos y calentamos edificios… La innovación es la única que puede dar respuesta a todos estos interrogantes.
En la misma línea de un moderado optimismo, Yuval Noah Harari (’Sapiens’, ‘Homo Deus’ y ahora ‘21 lecciones para el siglo XXI’) declaraba en una entrevista a ‘The Times’ sobre el riesgo del cambio climático que si a partir de ahora se comenzara a invertir el 2% del PIB mundial en el desarrollo de tecnologías e infraestructuras ecológicas, debería ser suficiente para evitar un cambio climático catastrófico. «Necesitamos mantenernos alejados del pensamiento apocalíptico de que es demasiado tarde y que el mundo se está acabando. El 2% del presupuesto es esperanzador», señaló el filósofo israelí.
Mientras tanto, Glasgow deparó algunas cuestiones a tener en cuenta. China e India obligaron a redactar en el texto una «reducción progresiva» del uso del carbón. No más. Se estableció un compromiso para detener e invertir la deforestación para 2030; más de 100 países acordaron reducir las emisiones de efecto invernadero del metano para 2030; medio millar de empresas de servicios financieros mundiales se comprometieron a alinear 130 billones de dólares con los objetivos del Acuerdo de París; Estados Unidos y China expresaron su decisión de luchar juntos contra el cambio climático; se estableció un compromiso para poner fin a la venta de motores de combustión para 2040, otro para abandonar el petróleo y el gas…
Compromisos basados en acuerdos con un ‘pequeño fallo’: no obligan a cumplirlos. A lo mejor por eso Alok Sharman terminó llorando.
Metano, deforestación, energía nuclear y la ‘nueva alimentación’ se colaron en la Cumbre de Glasgow como novedades destacadas. Si de gestos se trata, en la cita escocesa no faltaron y se llevaron hasta para la confección del menú del día ofrecido a los participantes.
La ONU dice que el 14,5 % de las emisiones globales provienen únicamente del ganado, lo mismo que del desperdicio de alimentos, un 8% aproximadamente.
Pues bien, en la COP26 se estrenó un menú del día que hizo trizas la fama de la ternera escocesa: sopa de patata, puerro y romero; ‘penne’ integral de espelta orgánica con un ‘crumble’ de avena… y a trabajar. Todos los alimentos se sirvieron con información sobre su huella de carbono. Por ejemplo: una hamburguesa de ternera escocesa, aunque se mezcle con tubérculos y avena, es responsable en más de dieciséis veces de las emisiones de dióxido de carbono que una hamburguesa de hongos, que también se ofrecía en el restaurante de la cumbre.
Más indigesto fue el ‘menú nuclear’, liderado por Francia y secundado por China, India, Polonia… De nuevo, el gran debate sobre la energía nuclear como fuente más directa, y para algunos más segura, para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. Comienza, vuelve, la eterna duda nuclear.
Publicado en AsturiasInnova+ en El Comercio-La Voz de Avilés el 21 de noviembre de 2021